La Renga en Huracán: la esquina del infinito es grande como una cancha

En tiempos donde el mercado parece querer regir las relaciones interpersonales y comerciales de nuestro queridísimo país, los shows de La Renga se adelantaron casi 25 años. Es que desde que la banda se convirtió en un fenómeno de estadios, sus banquetes dinamizan una economía que debe alimentar –sin exagerar– a centenares de familias. De remeras a choripanes, de cervezas a banderas, una auténtica romería se extiende a lo largo de cuadras en los alrededores del lugar de turno. En el caso de la velada en Huracán, los ejes centrales de estas peatonales del consumo y el placer fueron la avenida Colonia y a calle Los Patos, donde hasta entrada la madrugada seguían crepitando los carbones de los últimos chulengos en pie.

Fotos: Alejandra Morasano

Y en el frío de aquel invierno le quedaba una cita pendiente allá, por el barrio de Lugano, mientras la Perito sigue desierta y la luna se ha posado sobre los techos de Pompeya: antes de conocer a Castaneda, la psilocybe mexicana y las motos, la pluma de Chizzo Nápoli viajaba por su propio entorno, el mismo sur porteño que ahora los acoge en el estadio de Parque Patricios. Por proximidad geográfica y también por historia, la banda incluyó en su repertorio del sábado “El twist del pibe” y “Voy a bailar a la nave del olvido”, canciones con citas a esos barrios que componen la primigenia cartografía renga. Además, en las gráficas proyectadas sobre el telón-marco del escenario apareció cada tanto una ilustración de Tanque Iglesias con el Puente Alsina a sus espaldas.

Fotos: Alejandra Morasano

La Renga había tocado oficialmente en Buenos Aires por última vez el 30 de agosto de 2017, también en Huracán, cierre de una recordada saga de seis presentaciones en el Palacio Ducó. Para su retorno a la misma ciudad y al mismo aforo pasaron casi ocho años, tiempo en el que la banda publicó una pila de canciones nuevas repartidas entre un disco (Alejado de la red), la banda sonora de su propia road movie (Totalmente poseídos) y un single estrenado en diciembre. Cinco de esos temas sonaron anoche por primera vez en CABA, a manos de sus propios autores e intérpretes, entre ellos “Buena ruta, hermano”, que a fuerza de repetición se está imponiendo como el opus de apertura de los banquetes.

Fotos: Alejandra Morasano

Una pregunta que se oye de varias bocas y desde hace muchísimos años volvió a repetirse el sábado: ¿cuántos kilómetros corre el Tete Iglesias en cada recital? Las nuevas tecnologías permitirían medirlo fácilmente y de manera satelital con los trakers GPS, esos dispositivos que los futbolistas se incrustan en la espalda con una especie de corpiño-chaleco-musculosa de poliéster. Con 58 años cumplidos en febrero y atuendos que no parecen los más cómodos para esas lides (jeans, botas, camisas, ¡el bajo!), la faena del Tete es a todas luces admirable y envidiable. Aunque también lo debe ser la del propio público, que en cada nuevo banquete parece obligado a desplazarse un poco más que en el anterior a juzgar por los operativos de seguridad que convierten el acceso al estadio de ocasión en una maratónica travesía.

El que esperaba algún comentario de Chizzo sobre las farragosas gestiones que La Renga debió mantener con el gobierno porteño para volver a tocar en CABA quizás se quedó con las ganas: el cantante apenas deslizó algo así como una ironía cuando dijo que «las autoridades se sentaron a hablar… y hemos tenido una linda charla, je». Sin embargo, minutos después subió la apuesta y encaró un tema de estricta actualidad, aunque en un tono casi paternalista: «Está de moda insultar por las redes sociales. No sé qué está pasando, chicos. Nos tratamos para el orto últimamente. ¿Qué pasa? Hasta hay colegas que te insultan. Las cosas hay que ir y decirlas de frente, loco. En la cara». Y, luego de eso, remató con el nombre de la canción que venía a continuación: “Hay que parar de darle de comer a ese monstruo que crece”.

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Fuente: Pagina 12