Joyas porteñas para redescubrir: cinco pasajes de barrio y de cuento

La Ciudad Buenos Aires tiene pasajes famosos. Caminito y sus conventillos de colores, una de las mayores obras que el pintor Benito Quinquela Martín legó a La Boca. El Pasaje San Lorenzo, en Monserrat, donde los turistas van a buscar la “casa mínima” (2,5 metros de frente y 13 de profundidad), detrás de la leyenda que dice que la habitó un esclavo liberto. El Roverano, de Avenida de Mayo 560, con su salida “secreta” al subte A y el recuerdo de Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito, corriendo por sus escalinatas en la década de 1930 para buscar cartas en una oficina postal y llevarlas hasta la Patagonia en su monoplano. El del Palacio Barolo, de Avenida de Mayo al 1370, con su quiosco centenario, sus paredes vestidas de mármol y la simbología infinita que surge de su supuesta inspiración en la Divina Comedia de Dante Alighieri: desde las “flores de fuego” de los mosaicos hasta el bestiario que decora las columnas y convierte a ese gran hall en una posible representación del “purgatorio” del inmenso poema italiano. O los pasajes de Palermo Viejo, Soria o Russel, con su exposición de street art a cielo abierto -entre paredes pintarrajeadas-.

Pero Capital cuenta también con otros pasajes, menos reconocidos, preciosos y ricos en historias. Son tesoros en los barriosque conservan, justamente, su ritmo amable. Oasis dentro de oasis. Y que uno, si no es vecino, descubre de casualidad, andando. Como sorpresas que relajan.

Pasaje Russel. Un clásico de Palermo Viejo, donde el street art se renueva todo el tiempo. Esta foto es de 2017. / Diego Waldmann

Pasaje Russel. Un clásico de Palermo Viejo, donde el street art se renueva todo el tiempo. Esta foto es de 2017. / Diego Waldmann

Caminito. Un imán para los turistas, en La Boca. Lo creó Quinquela Martín en los años '50. / AFP

Caminito. Un imán para los turistas, en La Boca. Lo creó Quinquela Martín en los años ’50. / AFP

Barolo. Una leyenda dice que el arquitecto Mario Palanti se inspiró en la Divina Comedia  y el pasaje entre Avenida de Mayo y Bartolomé Mitre, acá visto desde arriba, sería una representación del "purgatorio". / Martín Bonetto

Barolo. Una leyenda dice que el arquitecto Mario Palanti se inspiró en la Divina Comedia y el pasaje entre Avenida de Mayo y Bartolomé Mitre, acá visto desde arriba, sería una representación del “purgatorio”. / Martín Bonetto

Pasaje Arribeños. De estilo neocolonial, en Arribeños 2346./ Diego Waldmann.

Pasaje Arribeños. De estilo neocolonial, en Arribeños 2346./ Diego Waldmann.

Según Turismo de la Ciudad, hay al menos un centenar de pasajes porteños que vale la pena explorar, así que las elecciones de los de esta nota GPS son necesariamente arbitrarias.

Pasaje Malasia. Coqueto y lleno de verde, reúne casas de estilos europeos diversos. / Diego Waldmann.

Pasaje Malasia. Coqueto y lleno de verde, reúne casas de estilos europeos diversos. / Diego Waldmann.

Mix de influencias. Dragones góticos en un balcón con ecos de los típicos limeños, al 854 del Pasaje Malasia. /  Diego Waldmann.

Mix de influencias. Dragones góticos en un balcón con ecos de los típicos limeños, al 854 del Pasaje Malasia. / Diego Waldmann.

Pasaje Medrano. En Medrano 1352, tras el portal de rejas, reúne 36 departamentos y doce casas que dan a la calle, de cuento. / Diego Waldmann.

Pasaje Medrano. En Medrano 1352, tras el portal de rejas, reúne 36 departamentos y doce casas que dan a la calle, de cuento. / Diego Waldmann.

Acá aparece el San Carlos, ubicado en Quintino Bocayuva 151, veterano. Su historia arranca en 1865 mientras que la mayoría de los pasajes porteños nacieron en la década de 1880, cuando había que hacer espacio para los inmigrantes que llegaban en olas y se dividieron las manzanas de la clásica cuadrícula española. Chau casonas coloniales con varios patios, hola casas chorizo, las mismas que un par de décadas después serían, a su vez, reemplazadas por viviendas colectivas de unos pocos pisos y espacios de uso común. En ellos, nuevos patios de antiguos estilos, como el andaluz –con muchas plantas y cerámicas decoradas– y pasillos en L, U y sin salida. O sea, pasajes.

Pasaje San Carlos. En Quintino Bocayuba 151, es uno de los veteranos de la Ciudad. /  Diego Waldmann.

Pasaje San Carlos. En Quintino Bocayuba 151, es uno de los veteranos de la Ciudad. / Diego Waldmann.

Pasaje General Paz. Tiene entrada por  En Ciudad de la Paz 561/ Zapata 562. Entre arcos altos, "puentecitos" poblados de verde conectan los departamentos. / Diego Waldmann

Pasaje General Paz. Tiene entrada por En Ciudad de la Paz 561/ Zapata 562. Entre arcos altos, “puentecitos” poblados de verde conectan los departamentos. / Diego Waldmann

Y acá, en esta nota GPS, aparecen también el PasajeArribeños, un remanso de aires neocoloniales que convive con el Barrio Chino de Belgrano. El Malasia, que en una cuadra despliega un muestrario de influencias de estilos arquitectónicos europeos, desde dragones de hierro típicos del gótico hasta elegancia neoclásica. El General Paz, diseñado para trabajadores y devenido en una joya coqueta. Y el Dantas, de Villa Santa Rita, angosto, donde las casitas, las flores y el silencio transportan directo a la hora de la siesta de la infancia, a la casa de la abuela. Es que estos rincones, aislados del caos urbano, pueden contar historias de la Ciudad y también, evocar recuerdos propios así de cálidos.

La lista de pasajes porteños es larga y es variada. Techados o a cielo abierto, residenciales o comerciales, imponentes o humildes, enrejados o de libre acceso, bien cuidados y no, en este GPS van cinco. Todos, con corazón de barrio.