Adiós al cordobés Antonio Seguí, el artista “espléndido” que llevó su magia por todo el mundo

Era alguien espléndido. No creo que haya un calificativo que lo describa mejor como ser humano y como artista. La última vez que lo vi antes de la pandemia -cuarentena en Córdoba-, vestía un pantalón fucsia, una camisa celeste a tono con el color de sus ojos y un tostado envidiable. Venía de Grecia, donde como era evidente no le había esquivado a la playa ni al sol. Pero como todos los años cumplía con el rito y la necesidad de hacer pie en su Córdoba natal. Esa vez el motivo era la muestra Bucólico serrano y otras texturas urbanas, que le dedicaba el recién inaugurado espacio Casa Naranja. A los 84 años Seguí habló exultante de sus proyectos recientes y de los que aún tenía por delante en el lejano Oriente, como si las distancias no mellaran en nada su enorme energía y sed de viajar.

Esa rutina de afectos y vínculos de origen que desde siempre se empeñó en cultivar, volvió a traerlo cuatro años más tarde a su tierra natal. Primero a Córdoba y luego a Buenos Aires donde finalmente murió el viernes por la nochea los 88 años, casi como secretamente lo habrá deseado.

Antonio Seguí fue un hombre de mundo que desde muy joven se definió como tal, aventurándose primero en Buenos Aires desde su Córdoba natal; después por Latinoamérica en los años que para muchos implicó el viaje iniciático de identidad. Y por último en Francia donde acabó radicándose desde 1963. En sus viajes por Latinoamérica y Europa no sólo se cruzó con reconocidos artistas que influyeron en sus decisiones artísticas y su mirada, sino que esa condición de trotamundos de algún modo fue definiendo un modo de ser artista.

En Córdoba había estudiado con el refinado maestro Ernesto Farina, pero en Buenos Aires entró en contacto con la vanguardia informalista, algo que puede advertirse en la gran tela Autorretrato de la vocaciones frustradas, que el Museo Nacional de Bellas Artes exhibe con gran despliegue en el vano de la escalera que conduce al segundo piso.

Pero la historia personal de Antonio Seguí y su trayectoria de algún modo están asociadas a París. A la “ciudad luz” a la que llegó por primera vez en 1963, cuando representó a la Argentina en la Bienal de Jóvenes en 1963. Muchas veces describió aquella primera presentación como una pequeña sala en la que se colgaron diez de sus pinturas que fueron vendidas en su totalidad, y a los pocos días, dos galerías importantes le propusieron exposiciones para el año siguiente.

Aunque la Argentina de los años 60 ha sido evocada como una era muy próspera, lo que le ocurrió a Seguí en París fue definitorio para prolongar su estadía.

Durante los primeros meses trabajó en el taller de Antonio Berni, que por entonces vivía allí, hasta que poco a poco se fue haciendo su propio lugar.

La importante residencia taller de las afueras de París en la que no sólo conservaba con orgullo su importante colección de arte precolombino y africano.

Hombre y artista "esplendido. Murió en Buenos Aires Antonio Seguí, embajador del arte argentino en todo el mundo. Foto: Noel Smart

Hombre y artista «esplendido. Murió en Buenos Aires Antonio Seguí, embajador del arte argentino en todo el mundo. Foto: Noel Smart

El mismo ámbito que lo hizo conocido por su generosa hospitalidad.

Hacia fines de los 60 la obra de Seguí se fue inclinando cada vez más hacia una estética pop. Mucho color dinamismo, e influencia del comic en pinturas y objetos recortados. Para muchos especialistas ésta es su etapa más original y disruptiva, aunque lo más distintivo de su imaginario tiene que ver con sus hombrecitos y mujeres urbanas.

En un principio fueron visiones de París y lugares icónicos como el Moulin Rouge, La Madelaine o la Tour Eiffel, aunque quien se enfrentaba a estos monumentos era siempre un hombrecito vestido a la usanza de los años 30 /40 y un sombrerito a lo Gardel.

Más tarde, hacia la década del 80, empieza a ocupar toda las telas con esas multitudes urbanas que van y vienen, que lo hicieron reconocido en una marca de estilo.  En esos procesos de cambio y definiciones de imagen Seguí empieza a tratar a las figuras, casi todas masculinas, como símbolos de una compleja trama social.

Hombre y artista "esplendido. Murió en Buenos Aires Antonio Seguí, embajador del arte argentino en todo el mundo. Foto: Noel Smart

Hombre y artista «esplendido. Murió en Buenos Aires Antonio Seguí, embajador del arte argentino en todo el mundo. Foto: Noel Smart

El dibujo infantil fue una importante fuente de inspiración. “Mi mirada se clavó en la infancia”, era una de sus fases favoritas. Como en los dibujos infantiles, todas las figuras de hombres mujeres y niños son esquemáticas y similares, sin particularidades propias.

Podría decirse que así, con esa estrategia de recuperar el modo de representación infantil, Seguí llegó a plasmar en una particular figuración la esencia del régimen anónimo de relaciones urbanas.

Su origen cordobés

No deja de ser curioso que alguien que se crió en un pueblo suburbano de Córdoba como Saldán -donde pasó los veranos de su infancia y los últimos de su vida- haya desarrollado esta visión tan propia de la dinámica de las ciudades.

Quizá tenga que ver con la actitud de “flaneur” que Seguí se podía permitir en París. Alguien que pudo observar el todo y el detalle e interpretar sus íntimas relaciones.

Observando siempre todo con curiosidad crítica, pero sobre todo con mucho humor. Era un convencido de que el humor salva al arte, y a la gente. Nada le resultaba más ajeno que la idea del artista genio torturado.

«El día que me haga sufrir dejo de hacer arte», solía decir con ironía y su habitual desparpajo.

El humor-rasgo muy cordobés, habría que decirlo- está presente, sobre todo en su obra gráfica. Para alguien muy atento a la historia, la gráfica le permitió deslizar mensajes cargados de profunda ironía.

De una enorme generosidad, Seguí donó una importante colección de más de 300 piezas de su obra gráfica al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires a principios de 2000, y más recientemente otra al Museo del Grabado.

También Córdoba fue destinataria de un importante legado que aportó para lo que iba a ser el Centro de Arte Contemporáneo en el Chateau Carreras, que ayudó a crear en la década de 1980  durante la gestión de Eduardo Angeloz como gobernador. Pero las siguientes administraciones, según él, no se comprometieron en gestionar.

Sin embargo, esta claro que es la ciudad de Córdoba la que ha logrado una presencia más rotunda de la obra de Seguí en la trama urbana con La Familia Urbana, El Hombre Urbano, La Mujer y los Niños Urbanos, sus emblemáticas esculturas en distintos puntos de la ciudad.

Aunque en los últimos tiempos dedicó una serie de paisajes a las sierras cordobesas, muchos grabados y coloreados con acuarela.

Cabe recordar que cuando se celebró en Córdoba el Congreso de la Lengua, en 2019, Seguí fue homenajeado con la muestra “Antonio Seguí. Caligrafía. 30 años de escritura”. En esa oportunidad, se estrenó en Córdoba el documental Seguí, Seguí, de Pepe Tobal.

En materia de los homenajes que el artista llegó a recibir en vida, imposible olvidar que fuera Seguí el primer artista vivo que accedió a tener una muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes en 1990. Hasta entonces, una norma impedía realizar exhibiciones de artistas vivos en razón de que era la “consagración de la posteridad la única que podría habilitar la entrada de un artista a tan destacada institución de la Nación”.  El argumento utilizado para sortear semejante norma históricamente inquebrantada fue que Seguí había ganado en 1989 el Premio del Instituto Torcuato Di Tella y que la institución solicitaba esa prerrogativa.

Así, los alrededores del Museo se llenaron de afiches con la figura de Seguí con sombrero años 40. El artista llegó a la exhibición, que fue una verdadera fiesta, con el sombrero de sus personajes sobre su cabeza.

Fuente: CLARÍN.

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