Cuarentena por coronavirus: los tres libros que ningún futbolero debe perderse

El fútbol sigue siendo el deporte más maravilloso de todos y además continúa ofreciendo una asombrosa oferta literaria desde el siglo pasado hasta el tercer milenio. Los géneros pueden ir variando a medida que pasa el tiempo, pero lo que permanece latente es la pasión por la lectura cuando se trata de libros sobre fútbol, con o sin pelota.

La oferta es ilimitada: hay biografías, autobiografías, ensayos, libros de investigación, de historia, el origen de los clubes y los mundiales de fútbol. También están los cuentos, las novelas, libros sobre ficción y la pelota, sobre táctica, estadísticas, y hasta fotolibros con jugadas como El gol del Siglo de Maradona​ a los ingleses, o solamente con futbolistas, entre infinitas variedades.

Sin embargo, debemos ser cuidadosos e hilar fino a la hora de hablar de los mejores libros sobre fútbol. Subjetividades al margen, le pedimos perdón a  Roberto Santoro, Osvaldo SorianoMario BenedettiHoracio Quiroga y Roberto Fontanarrosa, pero el tridente compuesto por Dante Panzeri-Eduardo Galeano –Eduardo Sacheri conforma una delantera prácticamente imbatible, capaz de demoler a cualquiera que le hiciera frente ante semejante obra literaria.

Por lo tanto, Fútbol, dinámica de lo impensadoEl fútbol a sol y sombra y Esperándolo a Tito son los tres clásicos de fútbol literario de todos los tiempos, indispensables para la biblioteca de los futboleros de habla hispana en tiempos de pandemia. Así lo indican los especialistas y los amantes de la literatura de la pelota de cualquier época.

“Fútbol, dinámica de lo impensado”, de Dante Panzeri

La “biblia” del fútbol argentino se encuentra en este libro de 320 páginas, según los medios deportivos, los lectores futboleros y los especialistas. Este deslumbrante ensayo futbolístico, publicado por Editorial Paidós en 1967, es la primera gran obra del “padre del periodismo deportivo argentino”, que muestra una manera diferente de ver el fútbol.

Fútbol, dinámica de lo impensado representa el manual ilustrado del buen juego como objeto de culto, haciendo prevalecer la nobleza, la táctica y la belleza del juego, cómo un gol “de otro partido” se le escapa a la lógica del aburrimiento, y, sobre todo, el arte de la improvisación del toque y la gambeta frente a la rigidez que manifestaban los directores técnicos de la época.

El libro tiene más de medio siglo y no pierde vigencia en cuanto a la manera de sentir el juego. Además, pondera el surgimiento de grandes cracks de baja estatura y de cualquier época como podría ser hoy Lionel Messi y Diego Armando Maradona y hace hincapié en la poderosa industria como un oscuro reflejo que rodea al fútbol en el pasado, algo que nada tiene que envidiarle a lo que sucede en el fútbol-espectáculo del tercer milenio.

Panzeri (1923-1978) también le hizo frente al poder con su filosa pluma, desnudó los negocios turbios del fútbol, tal como lo demuestra su esencia como periodista noble, de firmes convicciones y su carácter de incorruptible.

Para muchos, se trata del primer libro serio sobre fútbol que se escribió en la Argentina y el pionero en introducir una idea crítica sobre el deporte más popular de todos como un hecho cultural, y el autor lo piensa como tal. “Este libro no sirve para nada”, advierte Panzeri al lector al comienzo de su obra.

La historia cuenta que el genial periodista santafesino y ex director de la revista El Gráfico acusó a los militares por el despilfarro de dinero para la organización del Mundial de 1978 pero murió el 14 de abril de ese año, a 37 días para el comienzo de la Copa del Mundo, donde Argentina se consagró campeón. Desde entonces, su figura se convirtió en el gran mito del periodismo deportivo argentino.

Algunas de sus frases son tan contundentes enarbolan las banderas del buen juego: “No hay fútbol moderno versus fútbol viejo” sino que hay “dos únicas maneras posibles de jugar al fútbol, bien o mal”; «para adelantar hay que retroceder. Lo antiguo puede no ser caduco. Lo moderno puede no ser progresista». «El fútbol siempre será antiguo, porque no es ciencia que pueda enseñarse», sentencia Panzeri en su libro.

El libro fue reeditado en 2011 por la editorial española Capitán Swing (en coincidencia con el apogeo del Barcelona en la era Guardiola​) y comercializado nuevamente en el mercado argentino. En este caso, cuenta con el prólogo de Santiago Segurola, una de las plumas más admirables del periodismo deportivo ibérico, y los epílogos de Andrés de Francisco y Sebastián Kohan Esquenazi, impulsor del segundo lanzamiento. Fútbol, dinámica de lo impensado, un maravilloso libro de lectura obligatoria. Imprescindible en cualquier biblioteca para los amantes de la pelota.

"Fútbol, dinámica de lo impensado" es la "biblia" de todo futbolero.

«Fútbol, dinámica de lo impensado» es la «biblia» de todo futbolero.

“El fútbol a sol y sombra”, de Eduardo Galeano

La brillantez de Eduardo Galeano (1940-2015), autor de obras cumbres como Las venas abiertas de América Latina (1971) y Memoria del fuego (1986), quedó plausible en los cinco sentidos con este maravilloso libro de cuentos sobre fútbol. Publicado en 1995 por Siglo XXI Editores, su extraordinaria obra de tapa naranja y de 284 páginas se ha convertido en un clásico de la literatura de la pelota.

Es que el célebre escritor y periodista uruguayo –confeso hincha de Nacional de Montevideo– soñaba con ser jugador de fútbol, un hecho que sólo era posible mientras dormía, según relata en su libro. Pero su pluma literaria quedó grabada a fuego al narrar los más puros sentimientos por el deporte que tanto amaba. El prólogo afirma lo siguiente:

“Todos los uruguayos nacemos gritando gol y por eso hay tanto ruido en las maternidades, hay un estrépito tremendo. Yo quise ser jugador de fútbol, como todos los niños uruguayos. Jugaba de ocho y me fue muy mal porque siempre fui un ‘pata dura’ terrible. La pelota y yo nunca pudimos entendernos, fue un caso de amor no correspondido. También era un desastre en otro sentido: cuando los rivales hacían una linda jugada yo iba y los felicitaba, la cual es un pecado imperdonable para las reglas del fútbol moderno”.

Eduardo Galeano era un confeso hincha de Nacional de Montevideo. / Reuters

Eduardo Galeano era un confeso hincha de Nacional de Montevideo. / Reuters

Debido a su gran éxito que ha tenido en todos los países de habla hispana en el continente como así también en EspañaFútbol a sol y sombra se ha reeditado en varias ocasiones, como las publicadas para los mundiales de Sudáfrica 2010 y Brasil 2014, respectivamente.

El libro de Galeano es un canto a la vida, es amor puro por la pelota en todas sus expresiones. Permite acercarse al fútbol desde varios aspectos: sus mitos, su historia y sus personajes más significativos como Pelé y Maradona, pasando por Garrincha y Sanfilippo. También, evoca los clásicos rioplatenses entre argentinos y uruguayos, analiza la función del jugador, del arquero, enfatiza a los estadios, describe la chilena, la gambeta, cuenta los manejos del negocio del fútbol de la FIFA durante la era Havelange y, por supuesto, repasa los Mundiales, entre otros aspectos.

Eduardo Galeano, su corazón también latía de fútbol.

Eduardo Galeano, su corazón también latía de fútbol.

El cuento El hincha es la rendición total por el fútbol, por la camiseta. Contiene una alta dosis de alegría y de nostalgia. Así lo describe Galeano en su libro:

Una vez por semana, el hincha huye de su casa y asiste al estadio.

Flamean las banderas, suenan las matracas, los cohetes, los tambores, llueven las serpientes y el papel picado; la ciudad desaparece, la rutina se olvida, sólo existe el templo.

En este espacio sagrado, la única religión que no tiene ateos exhibe a sus divinidades. Aunque el hincha puede contemplar el milagro, más cómodamente, en la pantalla de la tele, prefiere emprender la peregrinación hacia este lugar donde puede ver en carne y hueso a sus ángeles, batiéndose a duelo contra los demonios de turno.

Aquí, el hincha agita el pañuelo, traga saliva, glup, traga veneno, se come la gorra, susurra plegarias y maldiciones y de pronto se rompe la garganta en una ovación y salta como pulga abrazando al desconocido que grita el gol a su lado. Mientras dura la misa pagana, el hincha es muchos. Con miles de devotos comparte la certeza de que somos los mejores, todos los árbitros están vendidos, todos los rivales son tramposos.

Rara vez el hincha dice: «hoy juega mi club». Más bien dice: «Hoy jugamos nosotros». Bien sabe este jugador número doce que es él quien sopla los vientos de fervor que empujan la pelota cuando ella se duerme, como bien saben los otros once jugadores que jugar sin hinchada es como bailar sin música.

Cuando el partido concluye, el hincha, que no se ha movido de la tribuna, celebra su victoria; qué goleada les hicimos, qué paliza les dimos, o llora su derrota; otra vez nos estafaron, juez ladrón.

Y entonces el sol se va y el hincha se va. Caen las sombras sobre el estadio que se vacía. En las gradas de cemento arden, aquí y allá, algunas hogueras de fuego fugaz, mientras se van apagando las luces y las voces. El estadio se queda solo y también el hincha regresa a su soledad, yo que ha sido nosotros: el hincha se aleja, se dispersa, se pierde, y el domingo es melancólico como un miércoles de cenizas después de la muerte del carnaval.

Sin dudas, uno de los tres libros sobre fútbol para tenerlo siempre a mano en cualquier biblioteca y para devorarlo por completo en tiempos de pandemia.

"El fútbol a sol y sombra", de Eduardo Galeano.

«El fútbol a sol y sombra», de Eduardo Galeano.

“Esperándolo a Tito”, de Eduardo Sacheri

La primera de las grandes joyas de Eduardo Sacheri quedó plasmada en su debut como escritor de este maravilloso libro de cuentos que rápidamente pasó a integrar el podio de los mejores textos sobre fútbol de habla hispana de todos los tiempos.

Corría 1996 cuando este fanático hincha de Independiente sintió la necesidad de escribir cuentos sobre el universo del fútbol aunque en ese entonces permanecían guardados en un cajón.

Sin embargo, por insistencia de Gaby, su mujer, sus historias comenzaron a circular entre sus amigos más íntimos hasta que un día Sacheri le mandó tres cuentos a Alejandro Apo, quien en ese entonces conducía el programa Todo con afecto, por Radio Continental. Cada sábado a la tarde, el periodista deportivo relataba cuentos cortos sobre fútbol de varios escritores como Roberto Fontanarrosa, Eduardo Galeano y Osvaldo Soriano, entre otros.

Eduardo Sacheri comenzó su carrera como escritor con cuentos de fútbol que Alejandro Apo leía en la radio. / Luciano Thieberger

Eduardo Sacheri comenzó su carrera como escritor con cuentos de fútbol que Alejandro Apo leía en la radio. / Luciano Thieberger

Entonces, Esperándolo a TitoMe van a tener que disculpar y De chilena fueron promocionados por la potente voz de Apo e inmediatamente sacudieron a la audiencia. Juntos, formaron un dúo imbatible: la narración literaria deportiva del joven profesor de historia y prodigioso guionista y escritor combinaba a la perfección con la fascinante lectura que hacía el periodista deportivo al aire. Las historias de Sacheri se mezclaban en la vida de los oyentes, quienes manifestaron su admiración y comenzaron a mandar mensajes a la radio para conocerlo. De repente, el desconocido escritor-futbolero se convirtió un fenómeno para los amantes del deporte más hermoso del universo.

Y así, en 2000 nació Esperándolo a Tito, su primer gran libro de cuentos de fútbol antes de los consagrados La pregunta de sus ojos (2005) –adaptado al cine y ganador del Oscar por El secreto de sus ojos, en 2010–, La noche de a Usina (ganadora del Premio Alfaguara en 2016 y también llevada a la pantalla grande como La odisea de los giles) y Lo mucho que te amé (2019), entre los clásicos del tercer milenio.

Esperándolo a Tito y otros cuentos de fútbol se transformó en un fenómeno para los amantes de la pelota donde un partido va mucho más allá que el resultado. Su primera obra contiene 224 páginas resumidas en 15 grandes cuentos en el que el autor atrapa al lector con historias asombrosas y rescata varios aspectos significativos para cualquier futbolero como el amor por el juego, la infancia, la amistad, el compañerismo, el honor, la lealtad, el barrio y el sentido de pertenencia. Simplemente, literatura de la N°5 que emociona hasta las lágrimas.

“Hay quienes sostienen que el fútbol no tiene nada que ver con la vida del hombre, con sus cosas más esenciales. Desconozco cuánto sabe esa gente de la vida. Pero de algo estoy seguro: no saben nada de fútbol”, indica la carta de presentación de puño y letra de Eduardo Sacheri hace 20 años, cuando debutaba como escritor.

Sacheri es un apasionado hincha de Independiente. / Luciano Thieberger.

Sacheri es un apasionado hincha de Independiente. / Luciano Thieberger.

Para ilustrar el talento literario Sacheri y su amor por el fútbol, aquí van los primeros párrafos del cuento Esperándolo a Tito de su homónimo primer libro:

Yo lo miré a José, que estaba subido al techo del camión de Gonzalito. Pobre, tenía la desilusión pintada en el rostro, mientras en puntas de pie trataba de ver más allá del portón y de la ruta. Pero nada: solamente el camino de tierra, y al fondo, el ruido de los camiones. En ese momento se acercó el Bebé Grafo y, gastador como siempre, le gritó: «¡Che, Josesito!, ¿qué pasa que no viene el ‘maestro’? ¿Será que arrugó para evitarse el papelón, viejito?». Josesito dejó de mirar la ruta y trató de contestar algo ocurrente, pero la rabia y la impotencia lo lanzaron a un tartamudeo penoso. El otro se dio vuelta, con una sonrisa sobradora colgada en la mejilla, y se alejó moviendo la cabeza, como negando. Al fin, a Josesito se le destrabó la bronca en un concluyente «¡andálaputaqueteparió!», pero quedó momentáneamente exhausto por el esfuerzo.

Ahí se dio vuelta a mirarme, como implorando una frase que le ordenara de nuevo el universo. «Y ahora qué hacemo, decime», me lanzó. Para Josesito, yo vengo a ser algo así como un oráculo pitonístico, una suerte de profeta infalible con facultades místicas. Tal vez, pobre, porque soy la única persona que conoce que fue a la facultad. Más por compasión que por convencimiento, le contesté con tono tranquilizador: «Quédate piola, Josesito, ya debe estar llegando». No muy satisfecho, volvió a mirar la ruta, murmurando algo sobre promesas incumplidas.

Aproveché entonces para alejarme y reunirme con el resto de los muchachos. Estaban detrás de un arco, alguno vendándose, otro calzándose los botines, y un par haciendo jueguitos con una pelota medio ovalada. Menos brutos que Josesito, trataban de que no se les notaran los nervios. Pablo, mientras elongaba, me preguntó como al pasar: «Che, Carlitos, ¿era seguro que venía, no? Mira que después del barullo que armamos, si nos falla justo ahora…».

Para no desmoralizar a la tropa, me hice el convencido cuando le contesté: «Pero muchachos, ¿no les dije que lo confirmé por teléfono con la madre de él, en Buenos Aires?». El Bebé Grafo se acercó de nuevo desde el arco que ocupaban ellos: «Che, Carlos, ¿me querés decir para qué armaron semejante bardo, si al final tu amiguito ni siquiera va a aportar?». En ese momento saltó Cañito, que había terminado de atarse los cordones, y sin demasiado preámbulo lo mandó a la mierda. Pero el Bebé, cada vez más contento de nuestro nerviosismo, no le llevó el apunte y me siguió buscando a mí: «En serio, Carlitos, me hiciste traer a los muchachos al divino botón, querido. Era más simple que me dijeras mirá Bebé, no quiero que este año vuelvan a humillarnos como los últimos nueve años, así que mejor suspendemos el desafío». Y adoptando un tono intimista, me puso una mano en el hombro y, habiéndome al oído, agregó: «Dale, Carlitos, ¿en serio pensaste que nos íbamos a tragar que el punto ése iba a venirse desde Europa para jugar el desafío?». Más caliente por sus verdades que por sus exageraciones, le contesté de mal modo: «Y decime, Bebé, si no se lo tragaron, ¿para qué hicieron semejante quilombo para prohibirnos que lo pusiéramos?: que profesionales no sirven, que solamente con los que viven en el barrio. Según vos, ni yo que me mudé al Centro podría haber jugado».

"Esperándolo a Tito", de Eduardo Sacheri.

«Esperándolo a Tito», de Eduardo Sacheri.

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