Cumplió 50 años, pero es una canción que «parece estar reflejando siempre el presente»

Cuando Miguel Cantilo compuso «La marcha de la bronca», Argentina vivía uno de los tantos momentos de intensa inestabilidad política que han caracterizado la historia del país desde su nacimiento.

La dictadura encabezada por el teniente general Juan Carlos Onganía estaba a punto de expirar, pero todavía resonaban los dolorosos ecos de La noche de los bastones largos y el ambiente represivo se hacía cada vez más pesado. La censura era moneda corriente. Ante la menor sospecha de osadía -e incluso en casos directamente inexplicables-, el gobierno militar prohibía: desde las funciones de ballet de El mandarín maravilloso de Béla Bartók hasta La consagración de la primavera de Igor Stravinsky, y desde la ópera Bomarzo de Alberto Ginastera y Manuel Mujica Lainez hasta el film Blow Up de Michelangelo Antonioni más el teatro de vanguardia del Instituto Di Tella.

En ese contexto, la aparición de una canción de protesta tan explícita cobró un valor especial que, además, se sostuvo en el tiempo: por su contenido, «La marcha de la bronca» perfectamente podría sonar fechada, pero sin embargo no ha perdido su poder, su actualidad ni su eficacia. Pasaron ya cincuenta años de su entrada en escena y muchas de sus denuncias suenan indiscutiblemente actuales. «Para los que toman lo que es nuestro / con el guante de disimular / Para el que maneja los piolines / de la marioneta universal / Para el que ha marcado las barajas / y recibe siempre la mejor / Con el as de espadas nos domina / y con el de bastos entra a dar y dar y dar»: estrofas que aplican al presente, y no solo en Argentina, como está claro echando un vistazo a lo que ocurre hoy en muchos lugares del mundo.

«Me asombra que la canción se siga escuchando, que tenga la vigencia que tiene -cuenta su autor, MIguel Cantilo-. Que la gente la recuerde después de tantos años es un privilegio poco habitual. Creo que es un testimonio de que, sobre todo en nuestro país, las cosas son cíclicas, se repiten y repiten. El sentimiento de indignación vuelve a aflorar como en el pasado. Es una canción que parece estar reflejando siempre el presente».

«La marcha de la bronca» formó parte del repertorio de Yo vivo en esta ciudad, el disco debut de Pedro y Pablo, el dúo que Cantilo fundó con Jorge Durietz en 1968. «Era la época del nacimiento del rock nacional -rememora Miguel, quien cumplió 70 años en noviembre pasado-. Nosotros ganamos el premio mayor del segundo Festival Nacional de la Música Beat, en 1970. Antes lo había ganado Pajarito Zaguri y después lo ganó Sui Generis. Estaba surgiendo el cancionero popular del rock argentino, y había un ambiente de sana competencia. Los únicos que estaban más o menos instalados eran Los Gatos, la banda de Litto Nebbia«.

Cuando el tema empezó a hacerse conocido, en la Argentina pasaban cosas que hoy suenan insólitas: una disposición del gobierno militar obligaba a las discotecas -conocidas por entonces como «boites»- a subir la intensidad de las luces porque la oscuridad era considerada pecaminosa. «Eran tiempos bravos, había mucho mojigato -sostiene Cantilo-. Pero también había una juventud muy inquieta, sobre todo en el ambiente universitario. Había una clara inclinación por expresarse a través del arte, de confrontar con esas ideas represivas. Pero la censura no era tan fuerte como la que llegaría unos años más tarde. Había un margen como para que circularan canciones como ‘La marcha de la bronca’ o muchas de las que interpretaba una artista comprometida como Mercedes Sosa».

Estilísticamente, «La marcha de la bronca» trabajaba sobre el modelo de «Rainy Day Women #12 & 35», tema de Bob Dylan incluido en Blonde on Blonde (1966) que había generado controversia por su estribillo (» Everybody must get stoned«; «Todo el mundo debe estar colocado»), pero también se había transformado en una referencia para los militantes por los derechos civiles por versos como » They’ll stone ya when you’re tryin’ to keep your seat«; «Te apedrearán cuando estés intentando mantener tu lugar»).

Es una canción sencilla, con pocos acordes, y quizás eso haya facilitado su memorización y su popularidad. Tiene los mismos acordes de Los ejes de mi carreta, de Atahualpa Yupanqui «»Miguel Cantilo

«Tomé de ese tema el recurso de repetir el pie de entrada de cada estrofa», cuenta Cantilo. «Y también pensé en una caricatura de las marchas militares, algo que ya había hecho Antoine, uno de los primeros cantautores europeos muy influidos por Dylan. La idea no era componer una obra muy elaborada musicalmente -agrega-. Es una canción sencilla, con pocos acordes, y quizás eso haya facilitado su memorización y su popularidad. Tiene los mismos acordes de «Los ejes de mi carreta», de Atahualpa Yupanqui».

Una de las primeras pistas de que la canción podía funcionar bien fue la reacción de un público que la escuchaba por primera vez en un festival al aire libre llevado a cabo en el centro de la ciudad, en la Avenida 9 de Julio, a principios de los 70. «La cantamos y la gente aplaudía entre estrofa y estrofa -revela Cantilo-. Facundo Cabral andaba por ahí y me dijo: ‘Ojo con esta canción, Miguel. Esto que pasó no pasa siempre’. Y la verdad es que fue premonitorio. Encima tuvimos la suerte de sortear la censura. Es una canción con buena estrella, evidentemente».

Miguel Cantilo y Jorge Durietz en 2009, cuando celebraron los 40 años de trayectoria
Miguel Cantilo y Jorge Durietz en 2009, cuando celebraron los 40 años de trayectoria Fuente: Archivo – Crédito: Fabián Marelli

A lo largo de su extensa carrera, Cantilo grabó diferentes versiones del tema: la primera en 1970, con Pedro y Pablo, a la que define como «muy propia de su época, básica pero con un buen arreglo de trompetas»; una en Estados Unidos, según él «más jazzística», que está en el disco La Nueva Vanguardia, de 1984; una en vivo, también con Pedro y Pablo, en 1994; y una incluida en el álbum Clásicos, editado en 2005, con una legión de invitados: Jorge Durietz, Ricardo Mollo, Hilda Lizarazu, Ricardo Mollo, Charly García, León Gieco, Claudia Puyó, Juan Carlos Baglietto, Gustavo Cordera, Alejandro Lerner, Moris, Rubén Rada, María Rosa Yorio, Andrés Calamaro, Fabiana Cantilo y los Súper Ratones. «Es una versión más rockera, la que toco hoy en los shows en vivo -explica Cantilo-. Es la misma que aparece seguido en el Canal Encuentro».

También hay un cover de la canción grabado por Los Demons, una banda uruguaya de los años 70 que modificó una pequeña parte de la letra: en la estrofa que originalmente dice «Bronca porque roba el asaltante / pero también roba el comerciante», se sustituyó esta última palabra por «gobernante», una ligera alteración cargada de significado antipolítico que Cantilo considera «muy aplicable a los sucesivos gobiernos de la Argentina».

Hay un par de nombres que no deben quedar fuera de esta historia: el del cantante de tangos y boleros Horacio Molina, que vio un show de Pedro y Pablo en un café concert y los recomendó en el sello CBS, y el del productor Francis Smith, que se animó en tiempos difíciles a lanzar el simple de «La marcha de la bronca», que terminó vendiendo más de 80 mil copias en unos meses. Unos años más tarde, en 1976, la canción entraría en la lista negra de la dictadura militar liderada por Jorge Rafael Videla. Y Cantilo, como muchos artistas argentinos, partiría al exilio, en un giro violento de la realidad nacional que certificaría el carácter tristemente anticipatorio de un tema que nunca suena viejo: «Bronca cuando se hacen moralistas, y entran a correr a los artistas».

Fuente: La Nación

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