Divididos y el show en Vélez: «Esto no lo trae el marketing, lo trae la vida
«Uno lava, el otro seca». Simple, solo aparentemente descolgada pero precisa para entender ciertas dinámicas internas en la vida de una banda, la frase arrancó carcajadas en El Teatro de Flores. Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Catriel Ciavarella apelaron a una imagen bien doméstica para tratar de explicar la larga relación que une al guitarrista y cantante y el bajista, a quienes el baterista señaló poco después como «un caso digno de análisis, dos tipos que están juntos hace años y siguen disfrutando mucho lo que hacen, y la pasan bien y entonces todo sigue».
Porque Divididos sigue, claro, y la excusa del encuentro allí donde funcionó el legendario Teatro Fénix, un espacio habitual para las ceremonias en vivo de la banda, no era menor. El 13 de mayo de 2023, la Aplanadora celebrará 35 años con un show multitudinario en el estadio de Vélez Sarsfield, y en la cita hay también algo de búsqueda de revancha. Aunque Mollo prefirió no utilizar ese término, pero sí admitió que el concierto es «una oportunidad de terminar con ese recuerdo que no fue muy feliz».
La referencia tiene que ver con un primer Amalfitani del trío que entonces completaba Federico Gil Solá, consecuencia natural de la explosión que produjo La era de la boludez, pero en el que cuestiones técnicas y de organización restaron disfrute a semejante cita. “Teníamos cinco años de vida… hicimos un disco que generó algunas ventas, después hicimos otro y se generó un poco más. Y después otro que fue La Era de la Boludez, que cuando volvimos de grabarlo había un agite muy groso con nosotros», amplió Arnedo. «Es posible que haya sido un poco de marketing, que aquel haya sido el Vélez que seguía tras el éxito del grupo. A diferencia de este, que no lo trae el marketing, lo trae la vida. Pasaron 30 años más, es el escenario que nos trae el tiempo, la historia. No está pensado por la industria. Es la vida la que nos regala un escenario, y por eso es tan distinto y lo vamos a celebrar con todo”, afirmó el bajista.
En el ambiente relajado que el grupo siempre crea en sus encuentros con la prensa -que van más allá de los medios clásicos e incluye a varias experiencias comunitarias, y amigos de la vida, y hasta algún asistente de aquel primer show en el pub Rouge, también en Flores-, la charla abordó la convocatoria puntual y decenas de cuestiones más. La misma introducción lo habilitó, la proyección de un video sobre «Casi como un cuento», relato de Pedro Irigaray en la voz de Alejandro Apo que mostró imágenes desconocidas del amplio archivo del grupo: en la misma entrada del Teatro, una serie de pantallas reproducía un sinfín de momentos clasificados disco a disco, contundente demostración de cuánto y cuán diverso es lo que el grupo de Hurlingham aportó al rock local.
“Somos la consecuencia del paso del tiempo y la experiencia. Hoy, en este rato que estamos transitando, estamos tocando y nos gusta lo que está pasando cada vez que lo hacemos», dijo Mollo. «Ese espacio termina siendo el mejor lugar de nuestra vida, lo que pasa ahí arriba. Y eso nos da ganas de poder proyectarnos a otras cosas como hacer un estadio. Porque está todo bien, y cuando está todo bien cualquier cosa puede suceder.”
Este diario consultó al guitarrista sobre una curiosidad -pero no tan curiosa- que sucede con ellos, y que no se alterará por la perspectiva de un show «grande», eso que a veces lleva a una banda a «guardarse» un tiempo: Divididos siempre está tocando. Y el público siempre está ahí. «Una de las fantasías era no tocar en lugares grandes porque después no podemos tocar en lugares chicos, pero terminamos con eso», dijo Ricardo. «Este fin de semana estamos tocando acá, y en diciembre lo haremos, y después viene enero, febrero, marzo, abril… y mayo. Y vamos a seguir tocando todo el tiempo porque es una comunión, es un poco de aire fresco para todos, los que estamos ahí arriba haciendo eso y los que reciben esto que para mí es terapéutico desde muy chiquito. A mí la musica me ha curado, fue mi bálsamo desde muy chico, el encuentro con eso que quizá la sociedad me planteaba una posibilidad y yo necesitaba una alternativa. La música siempre estuvo ahí para airear la cabeza y tener un espacio de alegría, de felicidad. Y yo creo que eso que me pasaba a mí le pasa a las personas que vienen, que nos han seguido por todo el país, y uno dice ‘¿no se cansan de escuchar los mismos temas?’… y no. Algo pasa que no tiene que ver con las canciones, tiene que ver con la energía.»
Arnedo también tuvo su punto de vista al respecto: «Nosotros en esto de juntarse a tocar encontramos una entidad. Queriendo imitar a otros descubrimos nuestras propias cosas y ahí fue cuando empezamos a sentirnos más identificados. Nos empezamos a sentir como entes sociales aceptados y es probable que eso haya hecho que toquemos mucho», analizó.
Esa energía, ese «encontrar una entidad» es claramente un motor del trío, que en la larga conversa tuvo ocasión de referirse a las múltiples encarnaciones sonoras al recordar aquel Luna Park con DJ Zucker, entrelazado con el primer concierto en Tilcara o el show «tripero» de la FM Supernova. E incluso a esa cuestión que vuelve de manera cíclica, aunque la falacia de una supuesta «muerte del rock» quede demostrada una y otra vez: «¿Qué pasa con el tango? ¿Qué pasa con la música clásica o con el folklore?», preguntó Mollo. «Nada muere. Están los que simpatizan con eso y los que eligen otras cosas, pero a lo largo del tiempo la música sigue estando y cualquier género sigue viviendo. Esas son premoniciones que terminan en la nada. Tiene que ver más con cosas del mercado que de la música», señaló, a la vez que Catriel aportaba su mirada: «La música tocada de esta manera, genuina, sanguínea, con pocos aderezos, tal vez es un poco reivindicar una forma de ser. Hoy hay tantas músicas interpretadas de tantas maneras que esta está quedando un poquito relegada, así que tal vez haya algo de trinchera.» Para el baterista, esta pertenencia involucra una particular situación personal: en el video pudo vérselo a los 15 años, curioseando el escenario de aquel Vélez, en fotos junto a Gil Solá, muy lejos de imaginar su lugar hoy en la perfecta maquinaria del trío.
Obviamente, en el intercambio no podían faltar alusiones a las turbulencias sociales y políticas. «Lo que está pasando es a nivel mundial. Estamos en un momento de mucha confusión que puede ser inducida, pero no hay que perder el centro porque es ahí donde te ganan«, señaló Mollo. «Ojito con lo que está pasando. Hay quince tipos que dominan el mundo y tienen un montón de empleados que llevan todo hacia el caos, ni siquiera hacia una dirección clara. Entonces uno tiene que mantener el centro todo el tiempo».
Fuente: Página 12.