El Teatro Nacional Cervantes busca recuperar su esplendor y volver a proyectarse al mundo
El foyer del Teatro Nacional Cervantes luce diferente. El busto de su fundadora, María Guerrero, está allí, junto al palanquín con el que entraba a escena en La dama boba, y otros cambios que cambian la presencia de su sala de ingreso, como el redireccionamiento de las luces que, rebotando en las paredes, generan una mejor iluminación.
Son pequeños detalles, pero que revelan uno de los ejes de la nueva dirección del espacio, por parte de Gonzalo Demaría y Cristian Scotto, quienes recibieron a Infobae Cultura para dialogar sobre el futuro del emblemático espacio, fundado ya hace 102 años.
“Queremos devolverle la belleza. Recuperar la experiencia de entrar y ver esa balaustrada dorada, lo que es este edificio, como fue pensado por María Guerrero, que realizó esta locura y merece estar reconocida en el ingreso. Con nuestros recursos re iluminamos el foyer, que estaba triste, caído, oscuro o mal iluminado, parecía la entrada a la tumba de Tutankamón y trajimos un sillón gótico español, que quizá sea el mejor mueble que tiene el edificio, que también estaba arrumbado por algún lado, se limpió y se expone”, dice Demaría.
Asignados por el secretario de Cultura Leonardo Cifelli, ambos comenzaron a trabajar en el espacio porteño desde diciembre de 2023, aunque su ratificación en el boletín oficial llegó recién en marzo. A partir de allí, comentan, estuvieron un mes caminando los pasillos del espacio para conocer a las personas y los rincones, porque » » .
Demaría junto al buso de María Guerrero, fundadora del teatro
En este encuentro, explican que su gestión pasará por tres binomios: ordenar y posicionar; la recuperación patrimonial material e inmaterial y la internacionalización, con lazos más fuertes con el teatro español, como darle espacio a las nuevas dramaturgias argentinas.
Dramaturgo, novelista, ensayista, compositor, director teatral y guionista, Demaría tuvo su debut en el Cervantes en 1997, con la puesta de La jabonería de Vieytes, con dirección de Helena Tritek y Paco Giménez. También escribió Monserrat o Rita la Salvaje, que tuvo varios montajes de Alfredo Arias,con quien como colaboró en los guiones televisivos de las miniseries El maestro y Morir de amor. En 2016, presentó Tarascones y, en 2021, estrenó en la sala principal La comedia es peligrosa, pieza encargada para celebrar los 100 años del Cervantes.
Por su parte, Cristian Scotton fue el fundador y coordinador del Centro Cultural La Casona Iluminada y, desde 2013 hasta diciembre, asesor en artes escénicas de la Bienal Arte Joven Buenos Aires. Por otro lado, en 2014, creó junto a Monina Bonelli el Festival de Obras Cortas Teatro Bombón y formó parte del departamento de contenidos del Centro Cultural Recoleta.
A modo de anécdota, en este proceso de recuperar el patrimonio, relatan el asombro de encontrarse con vestidos diseñados por Raúl Soldi, quien además de pintor tuvo un destacado trabajo como escenógrafo y diseñador de vestuario. Entonces, a 30 años de la muerte del artista, se restauraron los vestidos para Las mujeres sabias de Moliére, de 1964, que vistieron entonces Violeta Antier, Lydia Lamaison e Irma Córdoba y se hizo, a modo de homenaje, una puesta con el mural original de la obra, que se encuentra en el Colegio de Escribanos de la Ciudad, con tres trabajadoras del teatro.
Soldi y «Las Mujeres Sabias» en el Colegio de Escribanos
—¿Cuál es su análisis del estado del Cervantes, después de varios meses de haber asumido?
Gonzalo Demaría: —Entramos acá el 12 de diciembre, con un equipo ultra reducido, tres personas que han venido porque necesito alguien de mi confianza. No encontramos mal al teatro, no puedo decir eso para nada. Además, con la dirección anterior que eran Gladys Contreras y Jorge Dubatti, sobre todo con Jorge, hay un vínculo amistoso, ya que es mi editor en Losada. Entonces, cuando me llamaron, lo primero que quise es hablar con él fuera del teatro para que me responda esa pregunta: ¿Con qué me voy a encontrar? Y él me puso pillo, digamos en criollo. Hubo una transición muy suave, muy agradable. Incluso cuando vinimos nos recibió él, nos presentamos con el secretario de Cultura también.
Después, para ahondar, el tema no es la dirección anterior. El tema es que este es el único teatro Nacional. En Francia, donde tuve la suerte de trabajar en el de Chaillot, hay solo en París cinco nacionales. Acá tenemos uno que debería estar como una joya y en realidad, desde hace décadas, se ha desordenado. Esa es la cuestión.
—¿Qué quiere decir desordenado?
G.D.: —Todo lo relacionado al funcionamiento, incluso en su propia estética. Estamos hablando de dos edificios. Uno, el famoso de 1921, plateresco, todo eso, que la gente suele creer que es todo el teatro. El otro, la Torre Mario Roberto Álvarez, adjunto, realizado en los sesentas cuando se incendió el teatro, que se construyó para poner los talleres. En general se ignora que éste es un teatro fábrica, que acá se hacen pelucas, zapatos, vestidos, escenografía, todo. Entonces, eso explica también la complejidad del funcionamiento de este edificio, del personal, etcétera. Bueno, al ser tan grande y tan vasto y tan complejo, es que pienso que con los años se fue desordenando. Y ahora, pasados unos ocho meses casi, ya tenemos una perspectiva un poco menos inocente de la cosa.
Yo vengo de la escritura y para mí el teatro es acción. Para definirlo rápido, a la acción la denotan los verbos y hay acá dos que nos guían la gestión: ordenar y posicionar. Ordenar por lo que acabo de decir y posicionar también porque como consecuencia un poco de ese desorden ha perdido posición. Y así mucha gente no sabe que es un teatro nacional fábrica, tampoco sabe qué implica ser un teatro nacional afuera. La referencia por ahí es, desde luego, el Colón, pero ese es lírico, y después el San Martín, que es un teatro municipal.
Cristian Scotton: —Además de una muy buena transición con la gestión anterior, también nos encontramos con los equipos del Cervantes. Fue también una decisión nuestra trabajar con los equipos como estaban, conservar las direcciones y conocerlos y tomarnos un tiempo para evaluar y entender cómo funciona el teatro. Y algo que creo que encontramos es mucho entusiasmo y mucho amor por el teatro. Los equipos que trabajan acá adentro son muy apasionados. Inclusive creo que este desorden del que hablamos tiene que ver también con este pulso de hacer, inclusive en las peores circunstancias. Digo, la pandemia fue un momento muy difícil para la actividad teatral, en particular para el Cervantes que siguió trabajando, donde se filmaban obras y demás. Creo que ese impulso de sacarlo adelante a veces desordenan algunos procesos. Con el tiempo es necesario recuperar un poco y volver a ordenar para que las cosas tengan un funcionamiento más eficiente.
Frente del Teatro Nacional Cervantes, en la emblemática esquina porteña de Córdoba y Libertad
—¿Pero este ordenamiento sería como que hay espacios que no están cumpliendo su función?
G.D.: —Un desorden de años de no mirar con un ojo patrimonial, del cuidado en los detalles que este edificio merece, pide y reclama. Desde cosas sencillas, como la señalética por ejemplo, que eran carteles impresos pegados a maderas antiguas, mandamos a recuperar los pies de los viejos atriles de 1921 que ya no se usan, que estaban sueltos, repartidos por todo el edificio, para que desde utilería armen una estructura móvil para esos carteles. Es algo muy simple y se hizo con los recursos que tenemos. No se trató de gastar dinero, sino con la artesanía nuestra. Nos dedicamos un mes a conocer a las personas, a ver qué hacían, a recorrer, a meternos. Y fueron ellos también los que nos fueron guiando a ordenarlo.
C.S.:—Tiene que ver con los procedimientos de trabajo que requieren ir actualizándose. Estamos en circunstancias particulares, en nuestra gestión, en términos presupuestarios sobre todo. Entonces, es un organismo vivo que requiere de una constante revisión. Un poco lo que nos propusimos fue empezar por ahí aún antes de imponer una idea de gestión que uno por ahí trae de afuera o fantasear con lo artístico que podés llegar a imponer. Pero la gestión cultural es mucho más compleja. Está lo administrativo, los recursos humanos, los talleres, la comunicación. Son un montón de áreas en donde por ahí el momento de pensar qué obra es solo un 20% de nuestro trabajo finalmente. Entonces, ordenar todos estos procesos que van alrededor de lo artístico es lo que al final creemos que va a hacer que lo artístico tome mayor valor.
—¿A qué se debió eso?
G.D.: —Bueno, son causas complejas que, en todo caso, les corresponde pensar a un estudioso del teatro. La pandemia fue una, sin dudas. Acá se trata de devolverle la posición internacional que tuvo alguna vez, esa gloria que merece como monumento histórico que es y con toda la tradición de ya 102 años, con los nombres que pasaron por acá y que lo hicieron grande.
—¿Cómo buscarán reposicionarlo internacionalmente?
G.D.: —Cuando todavía no había sido designado oficialmente viajé a Madrid con mi dinero. Aproveché que viajaba el secretario de Cultura y me dije “tengo que aprovechar para ir respaldado”. Lo hice porque quiero recuperar lazos con España por razones históricas. Este teatro se llama Cervantes, no José Hernández ni Martín Fierro. Lo creó María Guerrero, no Pepe Podestá. Y hay que hacerse cargo de esa tradición que no quiere decir llenar las salas de teatro español, pero sí que esté presente ese vínculo, porque es histórico, porque también eso explica este edificio, explica la tradición que tenemos. Desde luego que nuestro interés es, te lo dice un autor, impulsar, las dramaturgias argentinas y la experimentación, ya que de ahí venimos ambos. Pero no a costa de cortar lazos por un nacionalismo mal entendido.
De mi experiencia en Francia, ellos invitaron a un autor argentino a escribir un espectáculo para la sala grande, que no era un festival, era una temporada. Y no lo hacen por generosos, sino porque son curiosos, son astutos. No sé. Entonces, eso es lo que hace un teatro nacional, articular con otros teatros nacionales, comunicarse, no aislarse, cortar lazos o cerrar fronteras.
— Esa sería entonces una de las primeras medidas, empezar a articular con teatros de España, ¿cómo sería?
G.D.: —Con España puntualmente, pero no me cierro a otras. Estuve reunido con varios directores, fueron muy receptivos.
C.S.: —El teatro nacional tiene una doble misión, nacional e internacional. Notamos que por ahí internacionalmente no estaba tan posicionado y que era algo a trabajar, pero también sostener ese vínculo que tenemos con todo el país y el teatro. Digo, la misión del teatro en todas esas direcciones. También al ser el único nacional tiene una responsabilidad federal. Recién vengo de Rada Tilly, Chubut, de una producción del Cervantes que se realiza con artistas locales. Eso se hace en diferentes provincias todos los años.
Ordenar y posicionar; la recuperación patrimonial material e inmaterial y la internacionalización y darle espacio a las nuevas dramaturgias, ejes de la conducción
—¿Cuál es el presupuesto del teatro?
C.S.:— El presupuesto del teatro, como en todo el Estado, es el del 2023 (NdR: 4.771.276.000). El teatro es autárquico, por lo que tiene un presupuesto designado que puede administrar de manera autónoma. En ese sentido, el proyecto tiene ciertas ventajas. La verdad que hemos recibido mucho apoyo de la Secretaría de Cultura y del Ministerio para poder cumplir con una programación anual, obviamente un poco más reducida, pero manteniendo la calidad y la continuidad. No dejará de haber obras en las tres salas en ningún momento del año: la Sala Histórica o Sala María Guerrero y las dos salas más de experimentación, mucho más pequeñas, como la Orestes Caviglia, donde al momento de la inauguración del teatro funcionaba la confitería, y la Luisa Vehil.
Sostuvimos la programación y también otros programas como la producción federal que se realiza en el país y los programas que salen del área de gestión de públicos. Hay uno que genera funciones accesibles para personas con discapacidad; un programa en lengua de señas; uno muy importante de educación donde vienen escuelas al teatro y donde además se genera una serie de obras en video para escuelas de todo el país. Y esto no es solo ver la obra, sino que incluye programa pedagógico y un taller que se fabrica acá. Entonces se produce más la fidelización de los espectadores, que es el club, que es como un programa de beneficios. También mantuvimos la Red Federal de Teatros, que se comparte con la Secretaría de Cultura, que abarca todos los teatros del país, que tienen más de 300 localidades, municipales, universitarios, españoles, italianos. Si bien hubo una reducción, logramos sostener todos los programas que existían.
También recuperamos el proyecto Cervantes en el Cervantes, que nos da orgullo y que no se hacía desde 2012. En éste los empleados del teatro muestran sus actividades artísticas, independientes o privadas por fuera de su trabajo acá, porque la mayoría de los empleados del teatro son artistas a su vez. Entonces durante noviembre en la sala Orestes Caviglia y en el espacio donde están las vitrinas históricas, se mostrarán obras de teatro, bandas, películas, muchos artistas visuales que pueden mostrar sus obras y que da cuenta un poco de que es un teatro llevado adelante también por artistas. Otro programa interesante es el de Jóvenes periodistas, que genera un taller anual por convocatoria, también de chicos, de jóvenes con intereses de periodismo cultural, del periodismo teatral, que trabajan acá, se reúnen todas las semanas, hacen notas con los artistas que van a estrenar sus obras y generan un blog donde van subiendo su proyecto. Eso dura un año y se repite cada año.
Entonces ha sido hasta ahora un trabajo de mucha creatividad para con menos recursos, para sostener los programas, los espacios y poder seguir brindando calidad. Porque si uno se queda solo en la programación de las obras, el teatro se empieza a cerrar un poco para afuera. Lo que perfora es un poco esa red, un poco la idea de la confitería, los espacios de encuentro, los espacios de formación que el teatro, no solo la calle.
—La idea es mantenerlo abierto a la comunidad en lo máximo posible.
G.D.: —Este es un teatro que está históricamente cerrado. Te parás frente a esas tres dobles puertas hermosas que dan a la Avenida Córdoba en el ingreso y están cerradas. La idea es poder abrirlas, veremos de qué forma. Todo eso es abrir el teatro a la calle, invitar a la gente a entrar aunque sea para tomar un café, comprar un libro si hubiera un espacio.
C.S.: —Es importante pensar actividades que trascienden la programación de obras, que es muy es el central. Todo eso retroalimenta, hace que que se comuniquen otras cosas, que las personas que se acerquen no sean siempre las mismas. Tenés que buscar otras herramientas de llegar, de comunicar, sino más allá del público habitual, el teatro empieza a perder nuevos públicos. Los tiempos cambian, las formas de comunicarse también y creo que la gente a veces busca también una experiencia, no solo sentarse a ver una obra y ya sean todos los programas que mencioné antes de gestión de públicos o si se sucediera alguna vez, un espacio de librería o de artes visuales o el Cervantes en el Cervantes, todas propuestas que acercan al teatro de otra manera. En agosto inauguramos las visitas guiadas que no se estuvieron haciendo, básicamente por cuestiones presupuestarias y organizativas. Históricamente el teatro tiene visitas guiadas, que son obras de teatro que hacen una pequeña visita guiada. Lo que vamos a recorrer ahora es una visita guiada patrimonial más tradicional, que nos garantice que se pueda hacer permanentemente y que se pueda entrar al teatro, conocerlo y además pensar en visitas actuadas que están buenísimas, pero que tienen otra dificultad y que no se pueden hacer en cualquier momento. Trabajar las dos líneas, la visita patrimonial más tradicional y la visita teatralizada.
Parte de los talleres, en este caso de vestuario
—¿Evalúan la posibilidad de una concesión para una cafetería o una librería?
G.D.: —Habrá que estudiar dónde. No digo que vamos a abrir una librería acá, digo que no es mala idea en espacios que ya tenemos en el edificio, vinculado a la cultura teatral o de artes visuales o de fotografía, cine. Acaba de cerrar la librería Fray Mocho, una librería histórica, la única especializada en teatro que quedaba en Buenos Aires, siendo la ciudad una capital mundial del teatro. Después, no hay una confitería, un lugar de convivio, como decía Dubatti, y los que están en la zona cierran temprano. Entonces, queremos que el teatro sea también un espacio para otros intercambios sociales.
—Desde el Gobierno nacional se habla de esta alianza entre lo público y lo privado, entiendo entonces que el Teatro Cervantes está abierto a este tipo de alianzas.
G.D.: —Desde ya que sí.
C.S.: —Es la forma que se propone en este momento, y es la forma también en que el teatro se puede sostener en este contexto, para recibir recursos en ese sentido. Cambian los gobiernos, cambian las miradas. En este momento es esa y es válida siempre y cuando sea alineado al programa del teatro. Digamos, si es una librería, un espacio de artes visuales, inclusive si es una confitería que propone un encuentro previo a ver una función de teatro o que tiene a su vez actividades culturales más allá del servicio.
En este momento, la cartelera del Cervantes incluye en la sala María Guerrero a Un guapo del 900, que tiene su última función el domingo 11, y será reemplazada por Las lágrimas de los animales marinos, escrita y dirigida por Toto Castiñeiras, a estrenar a principios de octubre. En la Luisa Vehil -hasta el 22/9- se presenta Juego del tiempo, de Margarita Bali y Gerardo Litvak, y en la Orestes Caviglia acaba de debutar Polvareda en los ojo, escrita por Damián Smajo y dirigida por Ana Lucía Rodríguez, que propone una nueva mirada sobre el mito fundacional del teatro nacional, Juan Moreira, desde una perspectiva contemporánea.
Escena de «Polvadera en los ojo’» (Teatro Cervantes/Mauricio Caceres)
—Y en cuanto a la programación, ¿cómo será la propuesta que tienen en mente?
G.D.: —Estamos todavía con la programación de la dirección anterior, pero ya hicimos un espectáculo nuestro en abril, sacado realmente de la galera, porque acá se trabaja con mucha anticipación. Fue fantástico porque primero fue un éxito enorme de público, se llenó hasta arriba y muchísima gente joven. Fue un espectáculo musical con mucho valor cultural, porque recuperamos la música del compositor afroargentino Zenón Rolón, nieto de esclavos, totalmente olvidado. Esa música no sonaba desde hacía 129 años. El compositor se había formado en Florencia porque accedió a una beca en 1877. De ahí viene formado como músico de operetas a la europea, pero funde esa tradición con el candombe que él conoció de chico. Entonces, por ejemplo, en su música aparece el primer registro escrito en partitura de un candombe. Esas partituras originales las pedimos al Museo de Morón y otras al INET que funcionan acá abajo, en el Instituto Nacional de Estudios Teatrales.
Lo importante ahí fue que el contenido fue también restaurar patrimonio nuestro, recuperar nuestro patrimonio cultural. Hubo también la participación de Candomberos, de un grupo de candombe súper exquisito, con tambores africanos auténticos. Digo, estamos trabajando en eso, en la recuperación y restauración de nuestro patrimonio intangible, porque acá las paredes de la María Guerrero se pueden tocar, pero hay un patrimonio que no se puede tocar, que está sepultado en cajas, en un museo o donde sea, que es este que queremos sacar a flote.
C.S.: —Está el posicionamiento nacional e internacional, está el ordenar y posicionar y está la recuperación del patrimonio intangible de la historia del Teatro Nacional Cervantes en particular, y del teatro en general, y la valorización de las nuevas dramaturgias.
—Además del material de recuperación, ¿qué otro abordaje plantean para el teatro?
C.S.: —Está el posicionamiento nacional e internacional, está el ordenar y posicionar y está la recuperación del patrimonio intangible de la historia del Teatro Nacional Cervantes en particular, y también del teatro en general con la valorización de las nuevas dramaturgias. Entonces desde la programación se están trabajando esos dos ejes. Por un lado, la recuperación concreta de partituras, obras de teatro y otra de dar espacio a autores contemporáneos, vivos, sin límite de edad.
G.D.: —Este es un teatro que hace históricamente de repertorio, pero no podemos hacer 100 veces ‘El conventillo de la Paloma’, con todo mi respeto y mi admiración, pero se hizo mucho. Entonces queremos mirar un poco lo que está más al margen, lo que está más corrido. Hay joyas como estas y poder ponerlo en valor y en paralelo, estimular la dramaturgia nueva. Yo me beneficié de eso en el año 97, cuando dirigía este teatro un gran autor, Osvaldo Dragún, que me invitó a hacer un espectáculo. No me olvido de eso. Y creo que eso tiene que apuntar también este teatro. Fomentar nuevas dramaturgias, queremos estimular a nuestros autores.
Durante el montaje en una obra en la sala Luisa Vehil
—¿Y cómo piensan hacer para para estimular estos autores? ¿Hay algún proyecto de presentación? ¿Cómo es eso?
G.D.: —Por el momento venimos encontrándonos con ellos, citando gente. Estamos recibiendo a todo el que golpea la puerta. Tiene una entrevista, acá viene y a otros hemos citado también a ver qué están haciendo. Es muy manual, no hay una convocatoria publicada, sino que estamos recibiendo obras, pilas de obras. Nos las pasamos leyendo. Y estamos pensando en un espectáculo a varias manos, por ejemplo, pero todavía eso está en desarrollo.
C.S.: —Todavía no estamos para anunciar ninguna programación del próximo, pero hay cosas que ya están definidas. Estamos trabajando en dos grandes espectáculos en la sala principal que tienen que ver con la recuperación del patrimonio intangible y con una serie de dramaturgos y dramaturgas más jóvenes de diferentes generaciones para las salas más chicas, de los que un 80% nunca han estado en el Cervantes. No podemos tirar nombres sin confirmar.
—¿Los dos grandes espectáculos van a ser musicales?
G.D.: —Uno sí, otro no. A mí no me gusta la idea de vedar el teatro al género musical, considerándolo frívolo o hablando de patrimonio histórico, del sainete, por ejemplo, del viejo sainete lírico como de género ínfimo. Así figura en la literatura de los de los teatrologos, género ínfimo. Y ahí trabajaron grandes autores, los Discépolo entre ellos y grandes compositores. Es ese un género que para mí merece ser revisitado, recuperado. A la par de las de las obras de texto, desde luego.
C.S.: —Una de las grandes ventajas o desventajas de trabajar en Buenos Aires es que hay muchísimos tipos de teatro y de muy buena calidad. Entonces, obviamente va a haber una mirada curatorial de la elección. Pero la idea también es que haya una variedad que dé cuenta de eso. Si no te quedás un poco afuera. Y también me parece interesante la mirada sobre la patrimonial. Y esto es lo que dice Gonzalo y que yo repito, no es arqueológica, no es traer algo para mostrarlo como se hacía en ese momento, sino que va a ser dirigido y reescrito por autores contemporáneos que le van a dar una impronta que tienen algo para decir sobre eso. Entonces sí hay como esa tensión entre el pasado y el presente.
—Desde hace varias gestiones existen conflictos con trabajadores del museo por que no se respeta del artículo N° 105 del convenio de trabajo y eso ha llevado a reiteradas huelgas, ¿Cómo será su abordaje con este punto?
G.D.: — Venimos comunicándonos, estamos en comunicación diaria, con las múltiples complejidades que ofrece el trabajo aquí, porque son muy diversos. De las tres personas que llegaron conmigo, una hace de enlace gremial porque creo en la palabra y en la comunicación, y de esa forma lo estamos atendiendo a todas estas cuestiones.
C.S.: —La dificultad de la gestión cultural es que lo artístico no descuide lo gremial, que lo gremial no descuide lo artístico y lo artístico ni lo gremial, descuiden lo patrimonial. Creo que hemos encontrado cierto equilibrio entre la trayectoria artística y la mirada artística de Gonzalo, mi experiencia en la gestión cultural y la experiencia de las personas que entran con nosotros en lo gremial y en lo artístico. Es una cuestión básicamente de respeto, hay que poder dividir las tareas, pero que si un director trata de abarcarlo todo solo, inevitablemente una cosa le va a tapar la otra y buscar ese equilibrio. Venimos más o menos bien. En diálogo permanente con los sindicatos, lo que nos permite como ir resolviendo lo que se puede resolver e ir negociando lo que hay que negociar. Y cuidando todo lo otro. Es difícil saber cómo va a seguir el contexto. Está bravo en general, no solo acá. Entonces seguiremos nosotros poniéndole el cuerpo y el diálogo para llevarlo lo mejor posible.
Fuente: Infobae