Elena Roger: «Alcancé los máximos logros en el teatro musical»

Tras su paso por prestigiosos escenarios londinenses y neoyorquinos, Elena Roger regresó al teatro porteño con Mina…Che cosa sei?!?, el espectáculo que marcó un punto de inflexión en su carrera. En este homenaje a la icónica y enigmática cantante italiana Mina Mazzini, coescrito por Roger y Valeria Ambrosio, con Gaby Goldman en la dirección musical y la participación de Diego Reinhold, la talentosa actriz y cantante cautiva nuevamente al público, veinte años después de su estreno. En una etapa de madurez personal y profesional, Roger transporta a los espectadores a un universo de sensaciones.

«Mina…» no es un espectáculo nostálgico ni plantea una interpretación sobre la vida de la homenajeada; tampoco es una biopic. ¿Cómo lo definís?

−Fue el resultado de un trabajo que hicimos con Valeria y el aporte de Diego. Escribimos el libro en un momento donde todavía nos conectábamos con lo lúdico. Valeria dice que el espectáculo es una travesura, y esa mirada me fascina. No es una historia lineal; es totalmente diferente a lo que abordé después en Evita y Piaf, que hacen referencia a historias muy concretas, miradas más realistas.

−Más documentales…

−Tal cual. De todos modos, esas obras tienen algo ligado con el juego, pero no del mismo modo que en Mina..Nuestra idea es contar quién es Mina Mazzini sin que ella esté presente en el escenario como personaje. De hecho, yo no la personifico, canto algunas canciones que interpretó a lo largo de su carrera.

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−Representa su decisión de estar en el mercado y no estar en los escenarios.

−Claro. Ella estuvo mucho tiempo en el mundo real hasta que decidió conectar con otro tipo de vida y transformarse en un mito. Es un ser muy especial, porque sigue estando muy activa dentro del mundo del arte pero no responde a ninguna moda: hace su propio camino. Para mí, es una persona vanguardista desde el momento en que decidió cómo debía ser su carrera. Aunque quizás simplemente piense en grabar discos y divertirse haciendo lo que le gusta. Quizás no tenga una estrategia. Lo que sí se nota es su dedicación para hacer un par de discos por año. También elige rodearse de gente muy talentosa; las tapas de sus discos son impresionantes.

−¿Qué podés decir sobre su repertorio?

−Me gustó mucho abordarlo porque me brindaba una cantidad impresionante de elementos para escribir una comedia musical. Desde el humor al drama, pasando por situaciones comunes y otras al límite de la locura.

−¿Cómo nació el espectáculo?

−Valeria fue quien me hizo conocer a Mina en 1998. Pasamos todo el verano trabajando juntas en Punta del Este y, a partir de ese momento, empecé a escucharla sin saber que ese interés terminaría cristalizándose en un espectáculo. Varias circunstancias coincidieron: por un lado, me invitaron a dar un recital en el British Art Center en el que quise hacer canciones en italiano. Le pedí ayuda a Valeria para seleccionar las canciones, y así empezamos a escribir el libro.

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−¿Cuál fue tu idea inicial?

−No quería pararme en el escenario para cantar sus canciones con una orquesta detrás. Me interesaba agregar magia a la interpretación. Por eso sumamos algunos pasos de baile que veía en sus videos. Después se incorporó Diego para asumir el rol del personaje que me va guiando.

−Sé que intentaron comunicarse con Mina. ¿Sabés si pudo ver el espectáculo?

−Valeria le mandó el video a su hijo. Él respondió que a ella le había agradado. Así que suponemos que lo vio. Se lo enviamos en 2006, cuando estaba por estrenar Evita.

−¿De conocer tu carrera posterior quizás hubieran tenido una respuesta más extensa?

−Quizás. De todos modos, a mí me gusta el hecho de homenajearla. A veces pienso en escribirle para agradecerle por la inspiración que nos brindó. Tal vez en algún momento lo haga, pero no me interesa molestarla para que me devuelva un elogio.

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−Pasaron veinte años desde que estrenaron el espectáculo. ¿Qué balance hacés al cabo de ese tiempo?

−Hubo muchísimo crecimiento. En un momento despegué y dejé todo lo que había hecho acá para irme al exterior. Con Piafvolví al país para mostrar lo que había hecho. También formé mi familia. Ahora además soy huérfana: hace poco falleció mi papá.

−Su partida ocurrió poco tiempo después del reestreno.

−Sí. Había pasado una semana. Pude sostener ese dolor hasta que me cayó la ficha. En esta temporada hago la obra de otra manera, con mucho disfrute. Es un reencuentro con Diego muy hermoso. Él es la primera persona de mi generación con la que trabajo y encuentro mucha afinidad.

−¿El éxito en Londres y Nueva York te alejó de la realidad argentina?

−Viviendo en el exterior no estaba conectada con los problemas de acá ni sentía las vicisitudes políticas locales. La distancia me mostró que podía fluir mejor. Por otro lado, teniendo a mi familia a miles de kilómetros, podía ocuparme de mi propia vida y nada más. Podría decir que en aquel momento no estaba ligada con la realidad. Es un período de mi vida al que llamo “el de la burbuja”.

−¿Tenías menos preocupaciones?

−Tenía otras. Por momentos, me agobiaba la tarea. Me encerraba en mí misma para enfocarme en lo que tenía que hacer. Por eso, cuando terminé con Evita en Broadway sentí mucha sanidad. Había alcanzado los máximos logros en el teatro musical. No me quedó nada en el tintero.

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−¿Cambiaron tus prioridades después del éxito internacional?

−Corrí el foco hacia un lugar que necesitaba, decidí ponerlo en mi vida personal. Quería tener una pareja, hijos, y darles un lugar en mi vida.

−¿Extrañás la adrenalina de Broadway?

−Ahora estoy en calma. En aquel momento era muy estricta y tenía muchas inseguridades. Estaba forjando una carrera y necesitaba aprobaciones. Había mucha exigencia: tenía que hacer ocho funciones por semana. Ni siquiera me permitía enfermarme, hasta que llegaba al límite. Llegué a quedarme muda y no poder cantar.

−Podría decirse que te quedaste sin voz por no escuchar a tu cuerpo. ¿En la Argentina también te pasó?

−Sí, pero en este período de mi vida estoy tranquila. También le resté carga mental. Ahora puedo dejar todo sobre el escenario sin comprometer mi cabeza, no siento que tenga que demostrar más de lo que puedo dar. Por eso es lindo volver al origen con este espectáculo que nació autogestionado. Ahora lo puedo encarar sin la necesidad de demostrar de lo que soy capaz. Cuando estrené en el BAC mi mamá me tuvo que dar un Decadron porque me había quedado muda.

−¿ «Mina…» es una tesis en la que ponés en juego exigencia y calidad?

−Fue un primer paso. Pero mi verdadera tesis interpretativa fue Piaf. Ese papel me exigió una transformación completa, tanto física como emocional, además de aprender un nuevo idioma y perfeccionar mi técnica vocal.

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−¿Existe un método para transmitir la emoción?

−No. Creo que depende de cierto nivel de relajación y de la credibilidad que se genere.

−¿Te presentarías en un casting?

−Sí. Estoy dispuesta a audicionar para nuevos proyectos si considero que encajan con mi perfil. Creo que los castings son beneficiosos para todos, porque, entre otras cosas, permiten evaluar la dinámica entre el actor y el director.

−¿Volverías a Broadway?

−Depende de para qué y cuándo. Sí, volvería, pero no es algo que me quite el sueño ni está en mis planes.

−¿La orfandad cambió tu manera de ver la vida?

−Estoy aprendiendo a vivir sin mis padres. Es una sensación que todavía no sé dónde ubicar. Ahora no tengo a nadie a quién preguntarle determinadas cosas; tampoco hay nadie a quien rendirle cuentas. Mi mamá falleció hace un año y medio y la lloré mucho. Cuando fue lo de mi papá sentí que él se llevaba ese dolor. Hace unos días soñé que hablaba con él y me decía que estaba bien. Sentí que me estaba pidiendo que no lo trajera más a este plano, que lo deje libre, que no llore más y, especialmente, que me ocupe de mi vida.

−¿Y ahora qué?

−Ahora es tiempo de pensar en lo que quiero hacer en el tiempo que me queda. Es un quiebre. Tengo que ver qué construyo con mis hijos y sacarme la mochila del pasado. Ese es el mejor balance que puedo hacer.

Fuente: El Planeta Urbano