Festival La Nueva Generación: balance de un proyecto ambicioso

La ambición parece ser parte constitutiva de La Nueva Generación. Lo que pocos años atrás empezó como un festival para mostrar lo más fresco de la música argentina, ya podría considerarse un evento cultural de peso del entretenimiento criollo.

En esta edición, esa faceta ambiciosa quedó planteada desde la locación: el Complejo Ferial albergó cuatro escenarios, un espacio gastronómico variado  y otras actividades recreativas esparcidas a lo largo y ancho del predio.

En cuanto a la grilla artística, el concepto de “generación” no sólo aplica a los artistas sino además al público: es evidente que el festival ha sabido captar una audiencia joven y curiosa que se identifica con una movida que atiende varios frentes.

Esto es, según palabras de la productora, “lo más caliente del underground, lo más fresco del mainstream”. Eso engloba expresiones que van del pop más refinado al trap más desprejuiciado, de una electrónica de variante clásica a los artistas neófitos de la música urbana argentina.

Así como el algoritmo de Spotify nos “tira” canciones que asume que van a gustarnos, este evento aplica una idea parecida en formato festival: si viniste a ver a X artista, prestá atención a este otro que actúa temprano, porque sus estéticas van de la mano.

En la jornada gratuita, la del  sábado, desfilaron propuestas clásicas del festival como Valdes, Hipnótica y Bandalos Chinos, pero también el stand up feminista de Bimbo y Custodio,  la poptrónica de Peces Raros o el perfil songwriter de Juan Mango, frente a un público que asistió lookeado para presenciar una versión local del Lollapalooza, con los tatuajes, los peinados de colores, las gafas angulares y el glitter como contraseñas visuales de época.

Ayer el paisaje no cambió demasiado, pero la apuesta fue por las figuras jóvenes más esperadas (Wos, Nicki Nicole, Duki) con otras de perfil más icónico (The Whitest Boy Alive y Babasónicos).

Los ítems que generaron más críticas tenían que ver con los precios dentro del predio. Por ejemplo para poder comprar una gaseosa o cerveza había que comprar el vaso de merchandising y, si se sumaba todo, tomar una Coca Cola podía costar 250 pesos. Por su parte los precios para comer no bajaban de ese monto. Un lomo salía 400 pesos y una hamburguesa 300. El punto a favor fueron los puestos de hidratación provistos siempre de vasos pequeños y agua.

El otro punto a mejorar tenía que ver con el sonido (recordemos que el año pasado en el Castillo del Jockey pasó algo similar). Sin dudas que desde aquella edición a esta hubo mejoras, (aquella vez a Emmanuel Horvilleur se le cortó el sonido) y hoy su compañero de Illya Kuryaky, Dante tuvo que remar con los problemas para que se escuchara su voz. Ni hablar de lo mal que sonaban algunas bandas muy potentes dentro del escenario de La Nave, un espacio que quedó confirmado no sirve para esta propuesta.

El festival ha ganado mucho terreno y año a año logra avanzar firme en el camino de ser una alternativa joven a las viejas propuestas que andan dando vueltas. Sólo le quedan madurar algunas cuestiones.

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