Florián Fernández Capello: «Los Cadillacs son mi escuela»
Florián Fernández Capello se reparte entre Florian, su proyecto solista, y Los Fabulosos Cadillacs, donde toca la guitarra como miembro oficial desde 2015. Como hijo de Vicentico y de la actriz Valeria Bertuccelli, se crio alrededor de la banda, rodeado de instrumentos, en medio de giras y estudios de grabación. De hecho, con apenas dos años cantó en los coros de “Niño diamante”, de Fabulosos Calavera. Tras haber debutado en Cállate Mark, una banda de punk pop, en 2019 sacó su primer sencillo, con un sonido muy diferente y personal, que llegó a su máximo esplendor en su segundo álbum, «De fábrica», en cuya versión extendida se le animó al tango de vieja escuela.
En esta entrevista con EPU, habla de cómo desarrollar una carrera personal en pleno ascenso y al mismo tiempo tocar en estadios sosteniendo el legado de una de las bandas de rock más importantes de Latinoamérica.
LA MEJOR ESCUELA
–¿Cómo convive Florián con los tiempos de Los Fabulosos Cadillacs?
–Por ahora, lo que menos me cuesta es dividir los tiempos, pero deseo que en 2025 la agenda de mi proyecto ponga un poco más en jaque la de los Cadillacs y que tenga que hacer más malabares (se ríe). Quizás, lo que me cuesta un poco más es cambiar el chip. Mi rol y los desafíos son distintos en cada uno y lo que pasa arriba del escenario es muy diferente. Los Cadillacs son mi escuela. Toco con ellos hace casi diez años y lo que más valoro es que sigue siendo un lugar donde aprendo un montón de cosas que puedo llevar para mi mundo. Ahí conocí el oficio de ser músico y siempre me recuerdo a mí mismo que lo más importante es subirse a tocar y que no importa tanto en dónde.
Obviamente, no me es indiferente la increíble estructura que ellos tienen y me gustaría que pase algo así con mis canciones porque es muy hermoso ver que hay tanta gente que se siente identificada con la banda. Pero el estado más puro de mi sentimiento es conectarme con la música, sea cual sea el escenario, en un estadio o en un barcito solo con el piano. Hay un punto en el que mi mente ya no divide con quién lo estoy haciendo o en qué contexto, sino que solo se trata de tocar.
–Vos no sos un guitarrista más en Los Fabulosos Cadillacs. Es la banda de tu papá, con la que creciste. ¿Qué se pone en juego cada vez que tocás con ellos?
–Siento una responsabilidad muy grande de ocupar ese lugar en una banda tan importante, porque justamente estuve toda la vida con ellos y hay un conocimiento que tengo que hacer valer. En cada canción tengo que estar todo el tiempo atento a hacer sentir esa esencia que vi desde que nací. Con los Cadillacs supe de la importancia de aprender a ocupar un lugar.
Los músicos que a mí más me gustan son los que saben cómo dialogar con el resto de los instrumentos, que están escuchando todo lo que pasa a su alrededor y son parte de ese engranaje de una manera que suma. Al ser un grupo numeroso y con tanta personalidad, los temas también tienen su impronta y su historia, por lo que es todo un desafío aportar lo propio desde donde estás, dejando el espacio necesario para todo lo que tiene que suceder ahí.
Cuando hago mis canciones, siento una enorme libertad porque las reglas las pongo yo, pero intento que ese diálogo exista entre los que estamos tocando porque creo que es lo que se tiene que dar para que las canciones brillen.
–¿Cómo es tocar con tu papá?
–Por un lado, es cómodo, porque al conocernos tanto hay cosas que no hace falta decir, hay mucho terreno ganado en relación al lenguaje compartido. Y por el otro, es como trabajar con cualquier músico, en el sentido de que hay que ponerse de acuerdo, cada uno tiene su opinión, a veces coincidimos rápidamente, a veces todo lo contrario. Estamos en etapas muy distintas del camino, entonces tenemos diferentes inquietudes.
VIDA Y SONIDOS
–¿Qué recordás de tus primeros acercamientos a la música?
–Recuerdo que había instrumentos cerca y que a mí me generaba mucha inquietud aprender a tocarlos. Para mí fue natural estar en estudios de grabación o en giras, me hicieron ver de cerca lo lindo que es trabajar con la música. Es probable que ese fácil acceso me haya incentivado a estudiar con profesores; primero a tocar el piano y después la guitarra. Al principio jugaba escribiendo canciones en un cuaderno y me imaginaba dando shows. Hacía cosas completamente aniñadas, pero que me fueron acercando a algo.
Cuando armamos Cállate Mark, intenté componer canciones para la banda. Tengo una tanda de temas previos al primer disco que gracias a Dios nunca salieron a la luz, aunque las que aparecieron después tampoco eran muchísimo mejores (se ríe).
–¿Cómo fuiste encontrando tu propia voz? Porque en la banda vos no eras el cantante.
–Cállate Mark fue mi adolescencia y representa ese lugar, incluso en la forma en la que hacíamos música. Había una necesidad de descargar a través del rock. Fue muy inspirador y de las experiencias en donde más aprendí. Hicimos dos álbumes y el segundo lo produjo Gustavo “Tuta” Torres (N. de la R.: bajista de Babasónicos), que me dijo que algunas de las canciones que había escrito tenía que cantarlas yo. Esa fue la primera vez que lo hice en un estudio y me despertó el entusiasmo. Estábamos en los años finales de la banda, tenía algunas canciones que no las quise llevar porque no tenían mucho que ver con lo que hacíamos, así que las grabé solo a ver qué pasaba y de pronto sentí que era por ahí, fue medio intuitivo.
Todavía sigo buscando mi voz y qué es lo que me representa y lo que me interesa decir. No sé si alguna vez ese camino se termina, pero supongo que se va haciendo cada vez más claro. Recién ahora con «De fábrica» creo que, por primera vez, estoy diciendo algo con lo que me siento cien por ciento seguro. A todos los discos anteriores les tengo mucho cariño porque fueron parte de ese proceso.
–Aunque sutil, en «De fábrica» se nota cierta influencia de Los Fabulosos Cadillacs.
–Más que una influencia de los Cadillacs, lo que hay son muestras de un ADN común. Obviamente ellos tienen un lugar importante en mi genética, pero no heredé solo lo que ellos hicieron, sino también lo que ellos escucharon. Hay un punto en el que compartimos un gusto estético, porque tanto ellos como yo nos nutrimos de lo mismo, desde el pop hasta el tango.
–Ya que mencionás el tango, en la edición extendida del disco te animaste a convertir algunas de tus canciones en tangos tradicionales. ¿Cómo surgió esa idea?
–El tango siempre fue parte de mi vida. En este último disco, que estaba muy enfocado en que me representara en su totalidad, me di cuenta de que tenía que revisitar esos tangos que siempre me gustaron y volver a leer las letras de esos autores. Me sirvió muchísimo como influencia. Paralelamente, yo estudio piano con Fulvio Giraudo, que es un pianista de tango increíble, y se me ocurrió preguntarle si no quería armar los arreglos de algunas de las canciones y grabarlas con un cuarteto, un poco porque me parecía que tenía que ver con el álbum y otro poco para cumplirme el capricho.
PUNTO MÚSICA
–¿Cómo es tu relación con tu pareja, la cantautora Feli Colina, en cuanto a lo musical?
–Es espectacular que tengamos nuestros proyectos y por suerte compartimos muchísimo desde lo filosófico, es decir, la manera de ver el arte y la música. Siento que nos potenciamos y me encanta eso que nos pasa más allá de las canciones. Mi disco tiene mucho que ver con Feli en un montón de aspectos, desde una ayuda súper concreta en relación a los sonidos y a las letras, hasta cosas más inconscientes, por decirlo de alguna manera, como es el vínculo con la otra persona, la forma en que ve las cosas y aprender de ella. Eso termina influyendo un montón. Me pone contento que ese registro esté tan tangible en el álbum.
–Vos y Feli son parte de una nueva camada de cantautores, ¿cómo ves la escena actual?
–Yo celebro que haya un montón de música por todos lados, pero no entiendo hasta qué punto estamos inmersos o no en la escena, porque está un poco centralizada en un estilo, que es el indie pop. Pareciera ser una fórmula que se repite. Entiendo que los músicos podemos tener la ansiedad de querer que las cosas funcionen y es difícil no caer en la tentación de aplicarla. No digo que esté mal, pero me parece que hay un riesgo cultural importante en componer para el estándar y no para uno mismo.
Cuando deja de ser genuino, un poco me choca. Siento que la industria demanda un poco eso y no es la forma que yo tengo de ver la música. Por eso celebro que también haya un montón de artistas que tengan la intención de decir algo propio. A mí me interpela esa búsqueda de hacer algo que no sea lo que la escena impone, aunque no sé si siempre lo logro. La construcción es un largo camino y encontrar lo que uno tiene para decir es todo un viaje.
Fuente: Planeta Urbano