Goyo Degano, 15 años de Bandalos Chinos: «Hubo crisis, y estuvo bueno, salimos más fuertes»
“Me rompí los dientes, ya busqué la suerte”, canta Goyo Degano en uno de los temas de Vándalos, el esperado cuarto álbum de Bandalos Chinos. Un disco que hubo que esperar un poco más, porque la banda cumplió quince años y en esa decisión de si hacer “fiesta o viaje”, decidieron frenar sus setenta shows por año para viajar un poco hacia ellos mismos, incomodarse y volver a entender quiénes fueron y quiénes quieren ser.
Algo del optimismo de BACH, Paranoia Pop y El Big Blue se tiñó de una nueva oscuridad, con texturas sonoras más profundas, electrónicas y potentes, sin perder su mística pop, en este disco producido por Fermín Ugarte en Buenos Aires.
En una de sus primeras fechas, en 2009, por un malentendido los nombraron como la banda “Los Chinos”, y desde ahí decidieron autodefinirse como “Bandalos Chinos”, perpetuando la belleza de lo incorrecto. Hoy, salen de gira por ciudades de toda América y Europa para presentar Vándalos, bien escrito, y con V corta, como un signo de su madurez.

–¿Cuál sería la diferencia principal entre Bandalos y Vándalos?
–En la “Trilogía Jodorowsky”, que es como bautizamos a los tres discos anteriores que hicimos con el productor Adán Jodorowsky, no teníamos mucha conciencia de a dónde nos podía llevar lo que estábamos haciendo, era todo más inocente. Adán tenía algo muy místico también: llevaba un mazo de tarot en el bolsillo de la camisa, y para definir situaciones tiraba las cartas. Este disco es más mental, más maduro. Aprendimos a escribir bien “vándalos” (se ríe). Veníamos haciendo discos con los colores del atardecer, y este tiene una impronta más nocturna, más oscura. Se ve hasta en el arte de la tapa, que es todo blanco y negro.
–¿Y este disco más mental es consecuencia de un cambio de personalidad en la banda en general?
–Sí, totalmente. El año pasado cumplimos quince años como banda y eso te invita a mirar un poco todo el recorrido. Veníamos de hacer setenta shows por año, grabar discos sin parar, y tuvimos un acto de rebeldía: ir en contra de lo que te pide la industria y patear la pelota para adelante. Parar un poco, porque sentíamos que, como lo veníamos haciendo, íbamos a chocar. Hubo crisis, y estuvo bueno, salimos más fuertes. Hoy veo una búsqueda de volver a disfrutar pero sin perder el profesionalismo; no perdernos en esa locura de que hay que ser pro, sino también ser un poco frescos, más allá de entender que ya no somos unos niños, que ya no estamos yendo con esa incertidumbre de crecer. La crisis decantó en un disco que fue un bálsamo: la cura para lo que nos estaba pasando fue hacer más música.

–Hace poco estuvieron en La peña de morfi tocando con Los Carabajal. ¿Qué te genera el folklore?
–Mi familia es de Santiago del Estero. Mis viejos son santiagueños. Terminaba un asado en lo de mi abuela y sacaban los instrumentos y todos sabían tocar algo o cantar, hasta violín había. Tocar con Los Carabajal fue un hito; con Raly Barrionuevo hace un tiempo, una locura. Esa suerte de superpoder que siento que tengo, de poder hacer algo con mi voz, lo descubrí cantando folklore en la casa de mi abuela.
–¿Qué sentís que representa Bandalos Chinos afuera del país?
–En algunos lugares pudimos ser punta de lanza de todo un movimiento de música alternativa indie que estaba sucediendo en la Argentina. Ser los primeros de nuestra generación en llegar a algunos países de Latinoamérica y abrir el camino a un montón de colegas que admiramos es un orgullo. Obviamente, acompañados también por el envión de la música urbana y el trap que salió del país en los últimos años.

–De golpe, los argentinos nos pusimos más de moda en general en el mundo, ¿no?
–Es una combinación de factores; creo que primero estuvo de moda lo latino, los colombianos estuvieron primeros ahí. Después vino toda una oleada de artistas argentinos, sumado a que Messi se fue a jugar a Miami. En los primeros viajes que hacíamos a los Estados Unidos a grabar, me revisaban la valija cuando llevaba yerba para el mate, flasheaban que era droga. Y en la última gira que hicimos me acuerdo de estar en la calle, en Chapel Hill, Carolina del Norte, tomando mate y que vengan y me digan: “Messi’s drink!”. Hay una conexión muchísimo más deep con la Argentina, entre todo lo que pasa con el fútbol y con la música.
–Me hizo pensar en la paranoia pop. ¿A qué venía ese concepto, o ese nombre de disco?
–En una vuelta se armó un debate en Twitter a partir de una mala crítica que habíamos recibido de un disco, de BACH. Calamaro, bajo un seudónimo, comentó que “en la Argentina hay cierta paranoia para con el pop, que estaba mal visto, y que en definitiva el pop era el rock inteligente”. Esa es la frase que droppeó el bueno de Andrelo. El tema “Paranoia pop” lo compusieron Chapi y Fran Saglietti, de Francisca y Los Exploradores. Cuando se juntaron a componer recordaron esta terminología, que acompaña al concepto del disco, donde jugamos a reinterpretar distintas maneras de pop a lo largo de la historia de la música. Planteamos esta paranoia, esa fantasía de que cuando algo se vuelve pop deja de ser real.

–Siempre cambiás de looks, estás más allá de lo que usan todos. ¿Es consciente esa búsqueda de diferenciarte?
–Siempre me gustó esforzarme por ser distinto, como un acto de rebeldía, no ponerme lo que se estaban poniendo todos. Mi vieja tenía un local de ropa cuando era chico y vendía ropa de mujer. No íbamos a ir a comprar ropa nueva, entonces yo iba y elegía algo que pudiera ponerme. Así empecé a desarrollar un ojo para ponerme algo distinto, a pesar de incomodarme. Como que si me incomoda, digo: “¡Opa!”. Pasé por una etapa de ridiculizarme, pero ahora estoy en una búsqueda más classy. Cuando veo algo que todo el mundo se está poniendo, esa es mi batiseñal para cambiar. Históricamente, me esforcé por no ponerme nunca lo mismo en ningún show.
–Cuando a los 11 años cantabas en la iglesia, imagino que tenías que seguir una norma.
–Ahí importaba otra cosa, me temblaban las manos, me chupaba un huevo lo que tenía puesto (se ríe).

–¿Tu apodo, “el Shy”, tiene que ver con tu timidez?
–Recontra, siempre fui tímido. Me subo al escenario y parece que no soy tímido, pero en realidad en situaciones sociales no es que estoy ahí a los gritos, charlando, contando historias. Tengo que entrar en confianza y me cuesta. En el escenario mirás la luz, te encandila y chau, no hay nadie del otro lado.
–¿Esa timidez tiene que ver con estar pendiente de la mirada del otro, o nada que ver?
–Con el tiempo se convirtió en no querer llamar la atención: cuando me toca, voy, me paro ahí, canto y todos me miran, pero durante el resto del tiempo prefiero evitar esas miradas. Me importa lo que piensen de mí y pasaron muchísimos años para poder estar tranquilo y conforme con mi perfo arriba del escenario. Me ha pasado de bajarme y largarme a llorar porque sentí que había cantado mal. Fueron años de aprender a monitorearme y a escuchar a la banda. Una vuelta en México tuve una charla muy copada con la bajista de Pixies, una señora marplatense que vive en Los Ángeles hace mil años. Ella dijo algo que me re marcó: “La música está en tu cerebro: tenés que respirar, bajar un toque y tratar de ordenar esos sonidos que llegan de forma desordenada a tu cabeza”. Eso me re sirvió.

–¿Tenés algún ritual que se repita, consciente o inconscientemente, antes de los shows?
–Me gusta hacer ejercicio, entrenarme. Lo leí en una biografía de la mujer de Bob Marley. Contaba que Marley, antes de subirse a cantar, salía a correr por el lugar en el que estuviera porque eso le hacía circular la sangre por todo el cuerpo. Quedaba listo para ir a pelear. Más cerca de la hora de tocar, tengo un aceitito, óleo 31, que para mí eso ya es “olor a show”. Es como un grito de guerra en algún punto. Me lo pongo en las sienes y ya me pone de un modo: se me dilatan las pupilas y quedo tipo drogado (se ríe).
–¿Qué te gustaría que le pase a la gente que vaya al show en Movistar Arena?
–Nadie es profeta en su tierra, y para nosotros poder hacer un show en el Movistar Arena para presentar el disco es un privilegio enorme. Que vengan a disfrutar con nosotros de un logro que es también gracias a nuestro público.
Fuente: El Planeta Urbano