La música en vivo se acomoda a la nueva normalidad

Desde que era chico, Pablo Pino, el cantante de Cielo Razzo, no recuerda otro momento de su vida en el que le hayan tomado la temperatura durante cuatro días seguidos. El 23 de mayo, Cielo Razzo fue la primera banda de rock en tocar en vivo sin público en Rosario tras la declaración del aislamiento social, preventivo y obligatorio en marzo. Como parte de un ciclo del Ministerio de Cultura de Santa Fe, transmitieron vía streaming un recital desde el Teatro Lavardén, que pudieron realizar tras cumplir un riguroso protocolo sanitario. «Tocamos un viernes, pero el martes, miércoles y jueves anteriores fuimos a hacer los preparativos y cada día tuvimos que dejar una declaración jurada», dice Pino. «Nos llenaban con alcohol las patas, las manos y, si nos acercábamos entre nosotros, la producción tenía gente que nos decía: ‘Mantenete alejado'».

Pino es un frontman ciertamente eléctrico, que suele combinar su canto con saltos, patadas y brazadas al aire. Esta vez, frente a 400 butacas vacías, adornadas con una faja de peligro, le tocó limitar su espacio personal sobre el escenario, aplicando lo que él describe como un «radio de movimiento en una baldosa». «Es una cosa nueva», dice el cantante. «No te digo que es horrible, pero en un punto te angustia».

Ese es el destino que parece tener por delante la actividad musical, al menos de acá a fin de año.

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