Caballeros de la Quema y una paciencia que dio sus frutos

Los Caballeros de la Quema volvieron a subirse a un escenario. Si bien la excusa en esta ocasión fue la celebración de los 25 años del disco La paciencia de la araña, el recital devino en una fiesta inolvidable. No hay hipérbole en la sentencia. De eso puede dar fe ese público cómplice que en la noche del jueves colmó el Luna Park. Para ponerle condimento a la previa del show, Iván Noble, frontman del grupo, afirmó que la banda estaba «mejor ahora” que un cuarto de siglo atrás. Y no exageró. Eso sí, aquel repertorio demostró su cualidad inoxidable. Pero al final de cuentas no se trató del único atributo que quedó en evidencia ni tampoco fueron las únicas canciones que hicieron. Sin embargo, los casi 50 minutos que dura ese álbum fueron por momentos  algo parecido a suspenderse en el tiempo y el espacio. Sin pasado ni presente de por medio.

Imagen: Alejandro Leiva

De hecho, Iván Noble entró al escena a los brincos, luego de que Martín Méndez se plantara al frente del escenario y rasgara con su guitarra los acordes introductorios de “Todos atrás y Dios de nueve”. Fue la confirmación de que los Caballeros de la Quema no iban a tocar en orden las canciones del álbum (es la tercera en el tracklist original). Un ratito antes, la “monada”, como bien la llamó el frontman durante el show, calentó la previa al grito de “Vamos, Caballé”. Algo cercano a un déjà vu, parecido al que emanaba de las pantallas con esas arañas caminando en esas telarañas fluorescentes.  Y también sucedió que con la canción que inauguró la ceremonia a buena parte de los fans ubicados en el campo del aforo se le “piantaban las ganas de llorar”. Pero el cantante no dio tiempo para tanta sensiblería. Inmediatamente, se colgó la guitarra acústica y en colectivo hicieron “Patri”, del álbum Manos vacías.

«¿Qué puedo decir?”, espetó Noble y no dijo nada: prefirió poner el foco en “Huelga de amores”, donde destacó por primera vez la sección de caños. A continuación, invitó a Luna Méndez, hija de Martín Méndez, a alternar voces en el reggae “Qué pasa en el barrio”, del álbum Perros, perros y perros. Y lo mecharon con otro reggae, este sí de su quinto disco de estudio: “Malvenido”. Entonces decidieron ir a por el bajón grunge de “Jodido noviembre” y de ahí cruzaron hacia el funk con “Rómulo y Remo”. En medio del hiato de tema y tema, el cantante destacó la constante producción musical y renovación generacional de la zona oeste del Gran Buenos Aires, y para testimoniar su afirmación invitó a escena a tres de las integrantes de la banda femenina Parkour en el Geriatrico. Con ellas desenfundaron otro reggae, “Me voy yendo”, y hubo más cadencia jamiquina con las chicas en “No chamuyés”.

En el medio, hicieron la suerte de country rock “Otro jueves cobarde” y le rindieron tributo a Sandro a través de “Rosa, Rosa”. Ese cover está incluido en el disco tributo al Gitano, de 2006, y lo sumaron a este repertorio debido a que querían homenajear a algún artista influyente para ellos que haya pisado ese mismo escenario. Para los Caballeros de la Quema, el Luna Park era una deuda. Noble lo definió como “espinita incrustada”. Sin embargo, para llegar al mítico estadio cubierto, los de Morón tuvieron que esperar 12 años para reunirse, un show de tanteo en el festival platense Provincia Emergente y algunas presentaciones más formales en 2020. Si bien desde el público cantaban “Gracias por volver”, habrá que ver para que está la banda en este presente. Lo único seguro es la serie de shows por el país en torno a los 25 años de La paciencia de la araña.

Una vez que hicieron “Rajá, rata”, dedicado a los hijos, sobrinos y nietos para los que fue originalmente compuesta, el grupo avisó que salía de escena por un minuto. Mientras regresaba, su staff ambientó el escenario con lámparas, lo que auguraba un pasaje íntimo. Al volver, Noble describió la cuadro como un “barcito”. Arrancaron con “De mala muerte”, sorprendieron con un prolijo cover de “Yendo de la cama al living” (basado en el del Unplugged de MTV, con bandonéon incluido) y cerraron la terna con “Cuatro de copas”. Cuando se pensaba que el final estaba cerca, la banda volvió con “Hasta estallar”, al que se sumó León Gieco; esto enloqueció al público, que empezó a cantar aún más fuerte. Pero hubo una más con ese invitado de lujo: “El fantasma de Canterville”, en una adaptación más rockera para que la que el prócer del rock argentino hizo algo excepcional: se colgó la guitarra eléctrica.

Apenas Gieco se fue ovacionado, el frontman recordó cuando los Caballeros de la Quema fueron invitados al festival que organizaron las Madres de Plaza de Mayo. La arenga sirvió para presentar “Madres”. Estuvo secundada por “Fulanos de nadie” y “Sapo de otro pozo”. Ahora que Fito Páez volvió a poner de moda los ’90 a través de la histórica redención de El amor después del amor, a Noble y compañía todavía les restaba hacer uno de los hits más significativos de esa década: “Avanti morocha”. Con esto, la misión ya se había cumplido. Pero la cosa no terminó ahí: sacaron resto para hacer “Celofán” y “Carlito”. Mientras la banda emocionada y llena de tanto amor agradecía a su gente, parte del público tomó rumbo hacia Avenida Corrientes. Ya era medianoche, y buscaba algo para completar la alegría. Al pasar, en una pizzería se escuchaba: “No cerrés. Por ahí viene una avalancha de felicidad”. 

Fuente: Pagina 12

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